Mujeres de América del Sur

La Verdad, 02-02-2007

Este artículo pretende ser un pequeño homenaje de reconocimiento a la mujer de América del Sur, así en general, pero pensando en las ecuatorianas, bolivianas, colombianas que pueblan nuestras ciudades; es un pequeño homenaje a las innumerables Lilianas, Esmeraldas, Reinas, Olgas, Charos, Guadalupes, Elsas, Fabiolas que nos rodean y que nos están descubriendo una tierra y una cultura que teníamos lejanas, apenas localizado el territorio en un mapa mundi. Han sido ellas, las mujeres de América del Sur, las que tomaron la iniciativa del cambio y dieron un arriesgado golpe de timón para capear situaciones familiares al borde del abismo, de desesperanzas, maltratos y humillaciones, de pobreza, en definitiva… Silenciosamente, desde la marginación doméstica, sin papeles, fueron capaces de dejar a sus padres, hijos, maridos, amigas, costumbres y rutinas para volar a un país extraño donde todo transcurre mucho más deprisa. Y donde las caras de las gentes, la música de la lengua y las palabras mismas, los colores, y hasta los olores de las cosas les resultaron ajenos, agresivos incluso, sobre todo al principio. Han sido ellas, las mujeres de América del Sur, las que están levantando poco a poco la economía doméstica de sus países, las que mantienen a un montón de familia allá en el pueblo, las que han comprado en la distancia el frigorífico y la cocina de gas. Muchas han huido de las borracheras y de las palizas del compañero, de los insultos y los desprecios, y planificaron su viaje a España a escondidas, en confidencias con una hermana, o con una prima, o una comadre de su calle. Sin haber viajado nunca, sin haber salido de la aldea, sin tener la soltura de aeropuertos y de estaciones. Rompieron las ataduras tradicionales y los prejuicios de siglos y se lanzaron a una aventura arriesgada: a conquistar el bienestar. Ellas están haciendo toda una revolución, semejante a la que en su día hicieron las sufragistas americanas o los colectivos de mujeres defensoras de la igualdad. Han sido atrevidas y sacrificadas; han llorado en silencio y como hormiguitas, sin alharacas, van planificando un futuro más alentador e independiente para sus hijos y para ellas mismas.

En Ecuador, más del 41% de la población todavía está por debajo de la línea de la pobreza. No hay que olvidarlo; tampoco que nueve de cada diez niños no acceden a la educación secundaria – son datos del 2006 – . En el medio rural, el 50% de las escuelas no tiene electricidad, y sólo una escuela de cada diez tiene acceso telefónico. Leo en Internet que el promedio de la escolaridad en el medio rural no llega a los cinco años. Y ellas, cuando niñas, tuvieron aún más difícil y discontinuo su paso por la escuela: desde pequeñas ya empezaron a trabajar en faenas de la casa, cuidando de los hermanos, en los corrales con las gallinas, iban a por agua, amasaban, trabajaban en el campo – a algunas las levantaban al amanecer para ahuyentar a los pájaros con sus brazos y gritos, obligándolas a correr por los sembrados, de un lado a otro – . Ellas fueron las primeras en dejar las escuelas, antes que sus hermanos. Sus infancias fueron breves; y se casaron pronto, muy jóvenes, casi adolescentes; y pronto empezaron a tener hijos y a descubrir los sinsabores de una vida difícil, sin esperanzas. Pero han sido capaces de romper una inercia vital y de intentar manejar sus destinos.

Ellas, la mayoría de las mujeres que vinieron hace unos años, vivían en medios rurales, en pequeños pueblos de calles sin asfaltar, sin alcantarillado y sin los electrodomésticos sofisticados con los que ya se han familiarizado en las casas que limpian. Pocas han vuelto desde entonces, aunque añoran los abrazos de sus hijos a los que ven crecer en las fotos y en las breves conversaciones telefónicas. Pero puntualmente envían cada mes parte de sus sueldos. Y con el dinero, envían también renovadas esperanzas de vida.

Hemos visto estos pueblos miserables recientemente, por televisión, cuando enterraron a los muertos de Barajas. En unos años, cambiará el panorama: las casas tendrán tejados y agua corriente. Las calles asfaltadas, con aceras y árboles. Las escuelas habrán dejado de ser en blanco y negro, y tendrán colores, y estarán conectadas a Internet.

Y los niños no andarán descalzos.

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