Noches tras el cartón
El albergue municipal intensifica su trabajo de calle cuando arrecian las bajas temperaturas
Diario Sur, 26-01-2007SI hay un lugar frío en las noches más frías de la ciudad, ese es sin duda el que termina justo donde empieza el mar. Allí, en la playa, aún con los pies enfundados en gruesas botas, los dedos parecen atravesados por la arena gélida. Bastan unos minutos para que se sientan congelados, y a pesar de todo; y del relente que se cuela por la piel hasta alcanzar los huesos, hay en estos momentos más de una veintena de personas que duermen allí; en estas noches en las que Protección Civil ha activado la alerta naranja, que viene a decir que los termómetros marcan sus temperaturas más bajas.
Otras han preferido los soportales de Mauricio Moro o de la estación de autobuses, mucho más resguardados y en los que se alinean unas tras otras, cajas de cartón que sirvieron de embalaje a modernos electrodomésticos y que ahora ocultan cuerpos humanos que pasan la noche al raso. Hay quien prefiere un rincón solitario, a la entrada de un garaje y también quien, septuagenario y cronificado de calle, se deja caer en el mercado de Atarazana, cerrado ya, después de andar desorientado.
Ellos son algunas de las casi 300 personas que se estima pasan las noches en las calles de Málaga, y que también se reparten por las playas de Huelin, Plaza de la Merced, Malagueta, entorno del edificio Galaxia, cajeros de Larios, aeropuerto y hasta en alguna entreplanta….Dicen los que se patean las calles ofreciendo ayuda, que la mitad son personas con enfermedades mentales, problemas de alcohol o toxicomanías; la otra mitad son inmigrantes. Unos no quieren siquiera oír hablar de un techo; otros, aunque quieran, no lo pueden obtener, porque no tienen papeles o porque, en días tan invernales como estos, no encuentran plazas.
La alerta naranja ha hecho saltar el protocolo de actuación del Centro Municipal de Acogida, más conocido como Albergue Municipal. En días de frío extremo o de lluvias, como ayer, se habilita la sala que sirve de recibidor, para que nadie se quede fuera, flexibilizando también un poco las reglas que rigen su funcionamiento.
Salida nocturna
Eso cuenta Rosa Martín, directora del centro, cuyas cien plazas suelen estar siempre a tope, mientras confirma que los termos de Cola – Cao y descafeinado están listos, como también la primeras veinte mantas que la Unidad de Calle va a repartir en una primera salida nocturna. Al final serán necesarias otras veinte más.
Normalmente el servicio trabaja mañana y tarde, pero este miércoles se ha programado también un tercer turno nocturno, que se prepara para recorrer las calles desde las diez de la noche hasta las tres de la madrugada.
Rosa, como también Santiago Mesa, jefe de sección de Centros, los trabajadores y trabajadoras sociales y hasta el propio conductor de la furgoneta conocen bien los lugares que hay que tocar, como también muchas de las caras que salen de entre los cartones cuando se invita a un chocolate caliente: «Él es P. B. un alcohólico crónico, con entradas y salidas del centro. Hemos intentado un tratamiento, pero no ha funcionado y entonces seguimos una actuación de reducción de daños. Pasa dos o tres días en el albergue y luego se pierde unas semanas», explica Rosa.
«Por cada cuatro hombres que duermen en la calle hay una mujer. Las mujeres tienen mayor red de apoyo social, son más sensatas y están más preparadas para enfrentarse a situaciones estresantes. Un hombre puede terminar en la calle por un fracaso sentimental que le lleve a un proceso de autodestrucción», indica Santiago Mesa.
Crónico es también considerado el caso de Jesús, que ya ha superado los 70 y que el miércoles, con siete grados de temperatura antes de la media noche, dormía, como siempre, en un viejo ‘cuatro latas’ adquirido en un desguace y aparcado en la calle Nuestra Señora de Las Candelas.«Esto es una vivienda», dice Santiago mostrando el coche. Jesús estaba en la residencia de mayores, pero se echó novia y se fue a vivir con ella, cuentan los trabajadores. Luego ella murió y el se niega a regresar porque, dicen, no está dispuesto a dar parte de su pensión para pagar la plaza. Tampoco estaba esa noche dispuesto a cambiar el coche por una habitación compartida en calle Góngora.
«Hola, señor ¿Cómo se llama?» En esta ocasión la escena se produce en las puertas de un garaje de la calle Salitre, después de que un vecino alertara a la policía municipal y ésta a su vez a la Unidad de Calle. Tapado por completo bajo una fina manta que alguien le ha bajado, junto a un colchón está Anarbi, marroquí, con papeles y 13 días durmiendo en la calle. Afortunadamente para él aún quedan plazas de reserva en el albergue. Ha sido vendedor ambulante, pero ahora, sin dinero no puede comprar ropa: «Este caso tiene pinta de salir adelante. Mañana será derivado al servicio de asesoramiento laboral», aventura Rosa.
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