La marea del descontento
Las Provincias, 25-01-2007Salvo Penélope Cruz, que está más guapa que nunca, o sea, tan guapa como siempre, ningún compatriota tiene motivos para sentirse satisfecho. Unos porque no quieren pertenecer a esta patria y otros porque aún no se han acostumbrado a formar parte de ella. Hay rebelión entre los escolares, dado eso que se llama conflictividad en las aulas, que básicamente consiste en el derecho estudiantil a pegarle un par de hostias a los profesores que se muestren exigentes. También protestan los médicos de Urgencias, y no digamos los llamados
mileuristas
y quienes aspiran a serlo. No hablemos de los que muestran su insatisfacción por las calles. Sólo en Madrid, la policía tiene identificados a 1.300 jóvenes como miembros de distintas bandas. Su media de edad, que nos puede hacer retroceder hasta la Edad Media, es de 17 años y la mayoría son Dominican Dont Play y Latin King.
La disconformidad más peligrosa, o sea el desacuerdo en los dictámenes o en las voluntades, nos parecía que era la que se producía en la Guardia Civil, a los que seguimos pidiendo la más alta abnegación con los más bajos sueldos, y lo que es más grave: que sigan siendo civiles mientras están militarizados. Un lío antiguo, que arranca del Duque famoso. Muchos españoles se estremecieron viéndoles manifestarse en vez de disolver manifestaciones.
Pero hay que acostumbrarse a todo. Incluso a que el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, que por sus ojeras de insomne cada vez se parece más al Guerrero del Antifaz, advierta a los militares profesionales que no va a tolerar ningún acto de indisciplina. Los únicos que no protestan son los chinos que trabajan en los talleres clandestinos. Aunque nunca aparezcan sus esquelas en los periódicos, los pobres no dan puntada sin hilo en sus sudarios. Son la única bandera que tienen.
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