Ingresa en prisión acusado de violar y maltratar a su nuera

La Voz de Galicia, 25-01-2007

Una joven con el cuerpo destrozado a golpes apareció el pasado día 12 ocultándose entre dos vagones de la estación de tren de A Coruña. Dos agentes de policía la vieron cuando intentaba subir a un convoy para huir de la ciudad. Preguntada sobre quién le había hecho aquellas heridas, la joven, de 21 años, explotó y contó el infierno que tuvo que vivir durante el último año y medio. Juró que su suegro la violó varias veces y la agredió salvajemente casi a diario. El hombre, Carlos Manuel T.?G., negó los hechos al ser detenido, pero el juez no lo creyó y ordenó su ingreso en prisión.


La joven conoció a su novio – hijo del supuesto agresor – hace dos años en Vigo, cuando la familia de éste, de etnia gitana, vivía allí. El chico la convenció para que se fuera a vivir al domicilio de sus padres. Ella, según declaró ante la policía, echaba una mano en casa y con la chatarra, actividad a la que se dedicaba la familia. Todo iba bien y nada hacía presagiar lo que le vendría encima. Su calvario comenzó nada más ingresar su novio en prisión. En mala hora decidió la chica quedarse en casa con sus suegros. El primer golpe que recibió la joven fue a los pocos días, tal y como recordó ante el juez. Su suegro la sorprendió hablando por teléfono y al contestarle que se trataba de un antiguo novio, el hoy encarcelado le dio un bofetón, explicándole luego que la ley gitana impedía hacer esas cosas.


A partir de ahí comenzaron las violaciones. La primera vez – según recordó la víctima – ocurrió en un piso. Su suegro le propuso relaciones sexuales, «y ante el miedo a que me hiciese daño, consentí», dice. Luego el hombre lo repitió varias veces cuando ambos salían a buscar chatarra. Cuenta la chica que abusaba de ella en descampados o en la furgoneta.


Hace nueve meses, la familia decidió mudarse a A Coruña, debido a un problema entre parientes. Encontraron casa en Meicende (Arteixo). A la chica le quedaba lo peor.


Las violaciones continuaron, igual que las agresiones. «Sin motivos, durante estos nueve meses me daba con palos, con un martillo o con un palo ardiendo», relató la joven, quien recordó también que su suegra era consciente de las palizas, que a veces mediaba para intentar frenar las agresiones y que esa mujer le llegó a aconsejar en una ocasión que era mejor que se fuera a casa de sus padres. Pero cuando la chica decía que se iba a ir, el suegro se lo prohibía, la amenazaba y la golpeaba. La suegra era quien le curaba las heridas en la cabeza. Para ello, le cortaba mechones de pelo, lo que explica que la joven apareciese medio rapada y a trasquilones.


El supuesto agresor, defendido por el letrado coruñés Ramón Sierra, negó los hechos y dijo que era otra persona la que golpeaba a la muchacha.

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