El conseller Saura ha afirmado que “es absolutamente necesario que haya muchos más mossos inmigrantes”. Aunque llamarles de “otras etnias” es un término poco adecuado, el objetivo – – que se “refleje la variada composición de la sociedad catalana” – – es una buena iniciativa. Las primeras promociones de Mossos d’Esquadra rechazaron a guardias civiles con larga experiencia. Pero no estaban bastante arrelats a casa nostra.
Conocí personalmente a algunos educados guardias civiles, experimentados agentes de tráfico de Girona bien integrados. Se manifestaron contra esa discriminación laboral propia de un nacionalismo excluyente. Al final pidieron plaza Ebro abajo y se largaron con sus acharolados tricornios negros al resto del Estado. La sociedad cambia. Las ideas, menos.
En muchos otros países europeos los cuerpos de seguridad se componen también de inmigrantes o de hijos de inmigrantes, lo que constituye un ejemplo inteligente de integración activa de las minorías y de positiva aproximación a ellas. Mientras, se extiende un peligroso prejuicio: la delincuencia es cosa de inmigrantes.
Más inmigrantes integrados en los Mossos puede ser una excelente medida para romper estos prejuicios. Y otros más fundamentalistas.