Sangre nueva para Europa
La Vanguardia, 23-01-2007SERGIO ROMANO
Europa ha comenzado el 2007 con los festejos por el ingreso de dos nuevos socios en la Unión (Bulgaria y Rumanía), la introducción del euro en Eslovenia y el viaje relámpago de Angela Merkel a Washington en su condición de presidenta de turno de la UE. A primera vista parecen signos de dinamismo y optimismo. La Unión se amplía, el euro se fortalece, la reactivación alemana sostiene y arrastra la de los demás países y la canciller de la República Federal atraviesa el Atlántico dos veces en 24 horas para almorzar con el presidente de EE. UU. que ha sufrido una derrota electoral y está procediendo a una fatigosa remodelación.
Lástima que detrás de estos signos de confiada energía se detecten todavía los síntomas de la larga crisis depresiva que se manifestó con la negativa de los franceses y los holandeses a aprobar el tratado de la Constitución europea. Europa parece incapaz de dar respuesta a las cuestiones que tendrán una influencia decisiva en su futuro: la competitividad de Europa en el mundo, su capacidad de sobrevivir en un planeta dominado por las economías galopantes de China e India.
Esta melancolía le impide a Europa sacar ventaja de las buenas oportunidades. Por ejemplo, la inmigración de los nuevos europeos en nuestras sociedades envejecidas es un extraordinario factor de crecimiento y de renovación. Generalmente son personas instruidas, jóvenes, ambiciosos, dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para conquistar una vida mejor, deseosos de integrarse y, gracias al cielo, prolíficos. También arrastran un inevitable aumento de criminalidad, pero pueden ser una extraordinaria aportación contra el envejecimiento de nuestros países.
PANORAMAMilán, 22/I/2007
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