Asha Miró, maestra y escritora: «El sufrimiento te hace mejor»
La Razón, 18-01-2007AMILIBIA
Es una india con acento catalán, del Barça, que trabaja en la concejalía
de Mujer del Ayuntamiento de Barcelona con prostitutas e inmigrantes.
Escribe cuentos infantiles «porque soy maestra y me gusta que los niños
aprendan a acercarse a los diferentes». Casada y separada (39 años), no le
gusta la política: «Creo en las personas que hacen cosas y ahí no veo
políticos». Sus padres biológicos murieron. Olvidó su dialecto indio, el
marati. Cree que sus libros venden porque los escribe con el corazón.
– Nació en la India y a los 7 años fue adoptada por una familia catalana.
¿Ha pensado alguna vez que hubiera sido más feliz en su país?
– Seguro que no habría sido más feliz en la India. Sería como mi hermana,
que tiene 4 hijos y no entiende Occidente. Ahora va a montar una granja de
pollos con mi ayuda y los microcréditos de Yunus, el Nobel.
– Es
el niño quien adopta a sus padres y no al revés, ¿no?
– Es algo mutuo. El niño tiene claro que aquellos desconocidos son sus
padres desde el primer minuto. No hay dudas. El deseo de tener padres es
más fuerte que todo. Un orfanato indio es lo más duro que hay. Lo sé bien.
– Su novela, «Rastros de sándalo» (Planeta), tiene mucho de usted…
– Mucho de mí, de la coautora Anna Soler – Pont, de mucha gente.
– Alguien pensará que no hay nada como una infancia terrible para escribir
novelas de éxito…
– No es garantía de éxito una infancia dura.
Yo estoy contenta de todo lo que me ha pasado. He tenido dos vidas, una
mejor y otra peor, y las dos son mías, de las dos he aprendido, las dos me
han hecho.
– O sea, que usted cree que el sufrimiento ayuda a ser
mejor…
– Sí, te hace mejor porque te da agallas, generosidad y
comprensión.
– De sus anteriores novelas, «La hija del Ganges» y
«Las dos caras de la Luna», ha vendido sólo en España cerca de 300.000
ejemplares. Es rica. ¿Soñó alguna vez con algo así?
– No. Esto es un regalo. La vida es un regalo y todo lo que de bueno te
ocurre, otro regalo. Cada día doy gracias a los dioses por todo. Soy
budista.
– ¿Tiene algún hijo en adopción o piensa adoptar?
– Voy a tutelar a la hija de mi sobrina, que tiene 5 años. Es muy difícil
adoptar. Demasiada burocracia. Va a ser como mi hija.
– Lo ideal,
pienso, es que nadie tuviera que adoptar a nadie…
– Sí, que no
existiera la miseria, ni la injusticia, ni los orfanatos… Existen, pero
yo soy optimista.
– Alégreme la mañana. ¿Me puede decir por qué?
– Está en mi nombre, que significa Esperanza y Deseo. En la India, el nombre
te marca para toda la vida.
– Si tienes la suerte de sobrevivir…
– Sí. Allí, tener una hija significa una desgracia para la familia: muchas
niñas son sacrificadas nada más nacer «por el bien de todos». Hay que
reunir una dote para casarlas. Y eso supone una gran carga.
– Así que
su novela es dura y esperanzada…
– Así es. Yo creo en la bondad de
las personas más que en la maldad, creo en el mestizaje, en la
multiculturalidad… La novela es una denuncia positiva.
– Parece que
se ha integrado sin perder sus raíces…
– Sí. Me siento muy
catalana, muy española, y hay en mí una parte india que no pierdo. Es la
más espiritual.
– Refleja infancias terribles. ¿Nos podemos
llamar hombres mientras un niño sufra?
– Tendríamos que sentir
mucha vergüenza. Y la mayoría no la siente: mira para otro lado.
– Dice García Márquez que sólo podremos salvar el siglo XXI si las mujeres
asumen el manejo del mundo…
– Es la gran solución, y en ellos
estamos. Pero yo creo en la paridad, ¿eh?
– Sí, conviene dar una
oportunidad a los hombres…
(Puede haber caducado)