Negreros

Lunes en África. «Con dos o tres barcos al año, se garantiza la escandalera. Si coinciden en periodo electoral, más leña en la hoguera»

Canarias 7, 15-01-2007

Gonzalo H. Martel
Las Palmas de Gran Canaria
Los historiadores calculan que unos 45 millones de esclavos salieron de África entre 1450 y 1870, aunque sólo unos 15 millones lograron sobrevivir. Estamos hablando de esa época en la que la navegación aún no había incorporado la máquina de vapor, ni el petróleo había declarado sus propiedades energéticas.
El tráfico de seres humanos fue una práctica común durante cuatro siglos, el mismo periodo en que Europa y América del Norte consolidaron sus actuales estructuras económicas y el modelo de civilización que aún perdura. Pese al desacuerdo de muchos ciudadanos con esa práctica, lo cierto es que el suministro de mano de obra importada permitió que las plantaciones se mantuvieran en pie. Por eso, aún hoy los economistas apenas entran en las consideraciones morales del tema; les basta con recordar que las cosas funcionaban así, y así nos va. O nos viene.
Era una práctica alentada, dirigida y coordinada por los estados europeos, es decir, no sólo por sus agentes económicos, sino por sus poderes políticos, que luego alcanzó su esplendor en Estados Unidos. Este año recién estrenado se celebra el 200 aniversario de la prohibición del comercio de esclavos en Gran Bretaña, aunque la práctica perdura, si bien adaptada a las nuevas condiciones de la tecnología, de las bolsas de riqueza flotante y de la permeabilidad de las fronteras.
Para los festejos conmemorativos, Canarias ya está aportando un barco y un ministro. El barco atracó en La Restinga de noche, sin que ningún radar de la Unión Europea detectara su periplo, a pesar de que los 164 transportados se encontraban a más de 10.000 kilómetros de su casa. El ministro Caldera viene cada vez que puede a decir que él no tiene la culpa de que el mundo sea así.

El impacto de las imágenes devuelve el imaginario colectivo a los escenarios ficticios de la industria cinematográfica, de forma que parece escandalizar más a la población local un barco con 164 asiáticos en El Hierro que un avión con 200 colombianos en Lanzarote. Deslumbrados por el sistema de transporte, apenas se repara en la única diferencia real entre ambos grupos, limitada en la práctica al distinto trato burocrático que reciben en el paso fronterizo. Todo porque el Estado aún no ha comprado la máquina separadora de inmigrantes y turistas, como le habían prometido a Coalición Canaria.

Con dos o tres barcos al año, se garantiza escandalera permanente. Si coinciden en periodo electoral, más leña en la hoguera. Vendrán a prometer más leyes, más garantías de seguridad para este modo de vida, con la única contraprestación de un voto. Cegados y distraídos ante la marcha iniciada hace años por los pobres del mundo, mientras los negreros sin castigo navegan a sus anchas comprando y vendiendo gente allí donde se necesite. Para mantener las plantaciones del mundo actual.
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