La ambición de "Sarko"
Diario de Navarra, 15-01-2007SARKOZY esperaba el día de ayer con ansiedad. Trabajaba por ese momento desde hacía años. Este hombre de energía infatigable, ambicioso, omnipresente y ante el que nadie queda indiferente, está decidido a sustituir a Jacques Chirac, con quien mantiene difíciles relaciones pese a pertenecer al mismo partido. Hijo de un aristócrata húngaro exiliado, Sarkozy, de 51 años, domina la vida política francesa desde hace cinco, un período en el que ha acumulado cargos y poder.
Su elección como candidato corona 30 años de vida política de este doctor en Derecho que a los 19 años ya dirigía las juventudes de la derecha francesa y que con menos de 30 fue elegido alcalde de Neuilly sur Seine, una ciudad burguesa a las afueras de París.
Aunque su campaña para convertirse en jefe de Estado comenzó ayer, la carrera a la presidencia la emprendió al asumir la presidencia del UMP hace más de dos años. La popularidad de Sarko, como es conocido en Francia, es un fenómeno sorprendente. En los últimos meses, el líder, que desea encarnar una «ruptura» con la línea oficial del partido, ha conseguido, sin prisa pero sin pausa, los apoyos de los pesos pesados de la UMP, en principio fieles incondicionales de Chirac. Hoy en día, prácticamente todos los grandes nombres de la derecha salvo el presidente y el primer ministro, Dominique de Villepin, han dado su apoyo a Sarkozy.
El candidato ha aprovechado el cargo de titular de Interior para dar una idea de qué tipo de política pretende aplicar y qué estilo de país quiere. Sus polémicas posturas con respecto a la inmigración, que desea controlar, elegir y reducir, o la delincuencia juvenil, frente a la que predica la represión como pilar de la prevención, han provocado el recelo de la izquierda. Pero Sarkozy hace oídos sordos y se comporta como un político que quiere estar presente en todos los ámbitos, dentro y fuera de las fronteras de Francia, lo cual le valió el calificativo de «populista». Su amistad con los actuales dirigentes estadounidenses y una cierta visión del mundo a la americana, neoliberal y conservadora, mereció también las críticas de una parte de la clase política.
El candidato es ridiculizado a menudo en la prensa o en la televisión, donde aparece como un político chiquitín, celoso, entrometido y con poca clase, algo que parece importar poco a este hombre, convencido de que un día la Historia le dará el lugar que merece.
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