"El Comercio". ECUADOR: "La migración no es sinónimo de riquezas"
Prensa Latinoamericana, 13-01-2007La migración tiene varias caras. Las más tristes y conmovedoras se encuentran en varias zonas rurales.
Durante el entierro de Carlos Palate, el pasado sábado 6, en la parroquia de Picaihua (Tungurahua), aparecieron no solo los familiares y amigos de una de las dos víctimas del atentado de ETA, en Madrid, sino también muchas personas que tienen a uno de los suyos en el exterior.
“Me da miedo por lo que pueda pasarles a mis hijos”, dice Tránsito Bonilla, justo antes de regar unas lágrimas.
Ella también es de Picaihua. Su hija Verónica, de 20 años, partió para Italia a finales del año pasado, pero aún no llega a Milán.
La madre solo sabe que su hija está en Bolivia. “Mi hijo es el que armó el viaje para que ella llegara a Italia y él dice que está bien”. Álex Bonilla dejó a su madre y cinco hermanos hace seis años. Tránsito dice que su hijo está bien. “De repente manda 100 euros”.
Para llegar a esta casa hay que recorrer caminos de tierra. Las casas son humildes, aunque ya empiezan a aparecer unas construcciones modernas. La vivienda de los Bonilla es pobre, de teja y bloque. Tránsito recibe 165 dólares mensuales de la pensión de su ex esposo y hace unos 30 dólares lavando ropa y con eso se da modos para dar de comer a sus cuatro hijos y a su madre enferma de 84 años.
Su hijo, según ella, enviaba dinero para ahorrar y pagar los gastos del viaje de su hermana. Ahora no sabe qué pasará en el futuro.
Picaihua es una parroquia del suroccidente de Tungurahua. En esta provincia se comenta que es el sector de donde más emigran las personas. De los 17 000 habitantes, 3 600 se han ido al exterior, según la presidenta de la Junta Parroquial, Mari Sánchez.
Muy pocos han salido de la pobreza. “Tal vez aquellos hogares donde están papá y mamá”, dice Sánchez, pero con el riesgo de dejar a sus hijos en otras manos.
Los Palate, a pesar de que Carlos ya estaba seis años en Valencia, no veían los frutos de tener a alguien en España.
A Elvia Coca, su hijo Wilson, le envía “de vez en cuando unos 50 dolaritos”. Esta madre, de 70 años, de la parroquia Benítez (Tungurahua), vive con dos nietos, quienes quedaron en la orfandad, luego que sus padres murieran.
Su hija Carmita, madre de los dos menores que ahora cuida, murió en Murcia, en un accidente hace cuatro años, antes había muerto su esposo en Ambato. En esa época su hija no le enviaba dinero. Ahora su hijo tiene que preocuparse por su familia en España. Sus otros dos nietos, quienes también viven allá, no llaman.
En Benítez empezó el fenómeno de la migración en 1997. La crisis económica despechó a unas 130 personas de esa parroquia. Lo que más le preocupa a Iván Coca, presidente de la Junta Parroquial, es que el 30 por ciento de la juventud se fue.
Mirian Núñez volvió de Murcia a Benítez y no planea regresar, a pesar de que ya tiene residencia. Se fue a los 21 años, pero volvió porque su padre falleció en un accidente de tránsito. “Cuando uno se va, piensa en el porvenir. Más tarde, cuando pasan estas cosas, uno se da cuenta que el estar lejos hace perder cosas más valiosas”.
Esta joven emigrante sacó una tecnología en Sistemas en el país y cuando estaba en Murcia trabajaba ocho horas como camarera. Cuando estaba en España escuchaba que sus compañeros no conseguían trabajo.
La falta de oportunidades hizo que María Pilco también tomara la decisión de dejar a sus tres hijos con su madre y embarcarse en un vuelo a Madrid en el 2001. Beatriz Yaigualema, su madre, está convencida de que la migración no es una forma para salir de la pobreza. Esta abuela de 70 años cuenta que su hija tenía el deseo de conseguir un buen trabajo para construir una casa, comprarse un carro y lograr que sus pequeños se eduquen en un colegio privado. Pilco gana 400 euros al mes y envía 200 para pagar un préstamo de 10 000 dólares que realizó a un chulquero. “Apenas tengo 80 dólares para los guaguas”.
Beatriz nació en Colta (provincia de Chimborazo) y vende ropa en Riobamba. María llama cada semana y señala que su novio le ofreció conseguirle otro empleo. “Ojalá Dios la ayude”.
Colta es una parroquia indígena y una de las más pobres de la provincia. La Cruz Roja, en un informe del 2005, explicó que más de 10 000 indígenas viven con menos de un dólar diario en ese sitio de Chimborazo.
Pero Teresa A, agricultora de la parroquia Licán (Riobamba), tiene envidia de que, al menos, María Pilco pueda enviar dinero. “Hace seis meses que la mayoría del sueldo que gana mi hijo en EE.UU. es para pagar al coyotero.
Él trabaja en Queens. Le va bien, pero debe pagar la deuda hasta diciembre de este año. Mis familiares dicen que así funciona esto”.
Punto de vista
Gioconda Herrera. Catedrática de la Flacso
‘Las familias deben progresar’
Si bien la emigración ha significado el envío importante de remesas en términos macroeconómicos, todavía no se conoce con exactitud qué es lo que pasa en los hogares. En ciertas aproximaciones se determina que los emigrantes logran mandar montos muy bajos que cubren las necesidades de subsistencia. Hace falta apoyo para que parte de las remesas se conviertan en algo productivo. No hay un resultado inmediato, a pesar de que sí se ve que se logra cubrir los gastos básicos, ya es un gran avance. Esto no se da en todos los casos. Sí hay familiares que no reciben dinero, sobre todo los hijos e hijas que en el exterior hacen sus familias, inclusive cónyuges que empiezan otra vida.
El envío también disminuye con el tiempo de migración.
A escala nacional se ve que la gente que ha salido no estaba bajo la línea de pobreza porque el viaje implicaba un costo importante. No todos los emigrantes están en situaciones de extrema pobreza, más bien lo contrario.
Yo sí creo que estas familias necesitan apoyo y más que psicológico, social, es decir que les ayuden a asumir este proceso migratorio con normalidad y si bien es un obstáculo, pueden salir adelante.
Brasil es una ruta
La Asociación Solidaria de Migrantes de Tungurahua estima que fuera del país están 12 600 pobladores. En Chimborazo se cree que cada mes salen 500 personas de Chunchi, Alausí y Colta.
Una de las formas para llegar a Europa es por Brasil. Ahí las personas se nacionalizan. Cuatro personas de Picaihua están presas en Brasil, según sus familias.
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