ELENA BOSINCEANU DOCENTE QUE TRABAJA DE EMPLEADA DOMÉSTICA
"Yo aún me siento maestra"
La Vanguardia, 09-01-2007ESTEVE GIRALT – Riudoms
Elena Bosinceanu llegó a Tarragona hace más de tres años. Desde entonces, ha alternado el cuidado de sus dos hijos con trabajos en el servicio doméstico. De poco o nada le ha servido tener los estudios de Magisterio o haber ejercido de profesora durante 20 años en escuelas de Rumanía. A sus 42 años, como tantos otros de sus compatriotas, no ha podido desarrollar su profesión en Catalunya. En el duro viaje desde Iasi (Rumanía) hasta Riudoms (Baix Camp), Elena se quedó sin su currículum, por obra y gracia de una inmigración precaria, tras dejar atrás media vida y toda una carrera profesional para buscar más calidad de vida, especialmente para sus dos hijos, de ocho y 16 años. A pesar de todo, Elena aún confía en poder convalidar sus estudios y dejar de trabajar como empleada del hogar.
“Yo soy maestra, ¡aún me siento maestra!”, dice al tiempo que observa una fotografía de su último grupo de alumnos, en el colegio Dimitrie Sturaza de Iasi. A Elena se le ilumina la mirada cuando recuerda sus vivencias como docente, una vocación que tuvo desde muy pequeña. “En Rumanía todas las niñas quieren ser maestras o artistas”, explica sonriente. Bosinceanu no conocía otra profesión, pero ahora asegura que está preparada para acostumbrarse a “una nueva vida”.
Primero fue su marido quien abandonó el país para probar suerte en Tarragona. Las cosas le fueron bien y consiguió un buen contrato. Un año después, esta familia decidió que había llegado el momento de abandonar Rumanía. “Al principio fue muy duro, no sabíamos nada de castellano”, recuerda. Hace más de dos años que obtuvo el permiso de residencia, pero todavía no ha conseguido regularizar su situación laboral. Tras un breve proceso de integración, rápidamente en casa de Bosinceanu vieron que con un sueldo no bastaba. Ofrecerse como empleada en el servicio doméstico se ha convertido en la forma más viable de conseguir sumar otro sueldo.
Pero esta alegre rumana no se rinde. “Yo puedo trabajar de maestra”, asegura. De hecho, Elena ha recibido una oferta de una escuela de Tarragona, pero no ha podido aceptarla porque sigue a la espera de poder regularizar su situación laboral. Hace casi un año inició todos los trámites. “¡Aún no me han dado ninguna respuesta!”, dice, inquieta. Siguiendo la actual legislación sobre inmigración, Bosinceanu ha tenido que solicitar el permiso de empleo en el sector en el que actualmente trabaja, algo que no entiende: “¿Por qué tengo que seguir como empleada del hogar? Es demasiado tiempo, es una barrera”.
Elena sabe que no será fácil regresar a las aulas y recuperar profesión y vocación. Una de sus hermanas, profesora de química en Rumanía, trabaja ahora como niñera en Tarragona. “Aquí he aprendido a tener paciencia, poco a poco se van abriendo algunas puertas”, reflexiona. Otras inmigrantes de la Europa del Este han seguido el mismo camino que Elena y han conseguido convalidar sus estudios y ejercer su profesión. Otros lo han conseguido. “¡Por qué yo no!”.
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