La explosión de un carro bomba en el aeropuerto madrileño reactivó un problema que los españoles habían olvidado: la serie de atentados terroristas que se atribuye el grupo ETA, para lograr su objetivo de independizar el territorio vasco. Estas acciones han causado muertes que ya incluyen a ecuatorianos.

Carlos Palate, el soporte de familiares con dificultades

Los 300 euros ($ 375) siempre arribaron a tiempo. Cada mes, Carlos Alonso Palate Sasilema cumplía religiosamente con el ritual: enviar dinero desde Valencia a su familia.

Las remesas llegaban hasta el barrio San Luis, en la parroquia Picaihua (Ambato) para mantener a su madre, María Basilia, una mujer invidente, y a sus hermanos Luis Jaime, de 25 años, quien sufre problemas de visión; Luis Geovanny, de 22 y enfermo de epilepsia y María Elvia, madre de dos hijos, de 7 y 9 años.

Cuando su padre murió de un infarto, Carlos Alonso abandonó su trabajo de obrero, dejó vacante su puesto en el club deportivo Nacional de Picaihua y posó su mirada en España.

Luis Palate, el mayor de esta familia rota, acogió a su sobrino en tierras valencianas. En la ciudad española todos los Palate decidieron vivir muy cerca unos de los otros, como en Ecuador. A sus 35 años, Carlos Alonso continuaba soltero, subarrendaba una habitación y laboraba en una empresa de plásticos.

Oswaldo Sailema, su primo, le recuerda como una persona “buena y muy trabajadora”. Un año atrás, se había reencontrado con Hernán Moyolema, su amigo de la infancia. Con él viajó a Madrid.

En su cámara de video no faltan las imágenes de las labores de desescombro en la ‘zona cero’ y de la despedida al féretro a su natal Picaihua.

Los bomberos que participaron en su rescate bajo cinco capas de hormigón también guardan una imagen: la del cuerpo inmóvil de Palate cubierto con una manta y el teléfono celular en la mano.