Malagueños que llegaron del Este
Aún con la resaca de la recién estrenada ciudadanía europea, un grupo de inmigrantes rumanos y búlgaros que residen en la provincia cuentan sus vivencias y expresan sus deseos para el año nuevo
Diario Sur, 07-01-2007SENTADOS en una terraza frente a la estación de autobuses de la capital, compartiendo un zumo de naranja y charlando entre risas, nadie diría que no son malagueños de toda la vida. Su tez es clara – sin ser nórdica – y el pelo y los ojos, castaños o negros. Sólo al acercarse un poco, el idioma delata su origen foráneo.
Son en su mayoría mujeres, llegaron hace años de Bulgaria y viven en la zona del paseo de los Tilos, en la capital. En cuanto hay un español delante, se esfuerzan en hablar en este idioma, por respeto. Lo han aprendido casi siempre sin ayuda, en pocos meses, y lo utilizan con mucha fluidez.
Atrás dejaron a la familia y los amigos, pero también empleos mal pagados, penurias y frío, para iniciar una nueva vida, en su mayoría, como empleadas de hogar, cuidadoras de mayores y en las numerosas obras que salpican toda la Costa del Sol.
Esgrimen con orgullo sus currículos universitarios, de ingenieros y profesores, que aquí, de momento, de poco les valen. Aunque tendrán que esperar aún dos años para acceder al mercado laboral con plenos derechos, hablan con cariño de la tierra que les ha acogido, de la ayuda que les brindan sus vecinos y empleadores españoles, y aseguran que el carácter de los malagueños se parece mucho al suyo. Tanto es así que pocos piensan en volver, al menos, de momento.
Tampoco se olvidan de sus hogares, allá en la «tierra de las rosas», como se refieren a Bulgaria, y la «tierra de miel» (los Balcanes). Piden que la entrada en Europa sirva para acabar con la corrupción y la pobreza, y el desarrollo les traiga el bienestar, «como a España».
A su vez, animan a los españoles a viajar y conocer las riquezas naturales de sus países, su cultura y sus tradiciones, y a estrechar de esta forma los lazos entre ambas comunidades.
Los hay también que están de paso. Han venido a hacer fortuna durante unos años y volver después a sus hogares. Comparten piso con varios compatriotas para ahorrar todo lo posible y esperan que la ciudadanía europea les reporte más oportunidades para lograr los ansiados papeles.
Unos 5.500 rumanos y búlgaros están empadronados en los municipios de la provincia, y tienen la esperanza de que la entrada de sus países en la UE les ayude a mejorar su calidad de vida. Así es su día a día en Málaga.
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