Ecuador encuentra su sitio en España

Los ecuatorianos están tan integrados en nuestro país que ya sufren sus

La Razón, 07-01-2007

MADRID – El pasado 25 de junio, mientras la selección española velaba armas
ante su decisivo partido de octavos contra Francia – con el desenlace
habitual – , Inglaterra y Ecuador se jugaban a las cinco de la tarde el pase
a los cuartos de final del Mundial de fútbol de Alemania. A esa hora,
centenares de ingleses abarrotaban los múltiples pubs diseminados por toda
la geografía española, pero la mayor concentración de hinchas apasionados
por el encuentro se escondía al sur de la capital. Allí, en el Palacio de
Vistalegre, 15.000 ecuatorianos enfervorizados sufrían y animaban a la
«tricolor» al grito de «sí se puede».
   Al
final, no se pudo – los de Beckham ganaron con un gol del capitán – , pero
Vistalegre se convirtió ese día en testigo privilegiado de las dimensiones
que ha adquirido la comunidad ecuatoriana en España. De hecho, su
presencia es ya tan habitual y masiva que también se han convertido en
involuntarios protagonistas de los mismos problemas que afectan al resto
de la sociedad española: seis ecuatorianos murieron en los atentados del
11 – M, centenares de ellos se quedaron compuestos y sin vuelo por la crisis
de Air Madrid y, ahora, la ruptura del alto el fuego de ETA se ha llevado
por delante las vidas de dos de sus compatriotas, Carlos Alonso Palate y
Diego Armando Estacio, en el destrozado aparcamiento de la T – 4 de Barajas.
   Ricos y pobres
   La pregunta del millón es cuántos
ecuatorianos hay en España. El cálculo exacto resulta una misión imposible
por la falta de papeles de muchos y la presencia de hijos, estudiantes o
«turistas» no contabilizados por las estadísticas oficiales. Algunas
fuentes hablan de 600.000, otras elevan esa cifra hasta el millón, y la
Embajada de Ecuador en España se declara incapaz de dar un número
aproximado «porque los que llegan no tienen obligación de comunicárnoslo».
   Así las cosas, los únicos datos contrastados son los del padrón municipal,
que contabiliza 497.799 ecuatorianos a 1 de enero de 2005 – las cifras de
2006 todavía no son definitivas – , lo que les convierte en la segunda
comunidad de extranjeros a muy poca distancia de los marroquíes. Por
provincias, Madrid es la tercera «ciudad» de Ecuador con 173.593 censados,
seguida de Barcelona (79.509), Murcia (55.624) o Valencia (29.396). Pero
lo sorprendente llega al echar la vista atrás y comprobar que, en 1998,
vivían en España menos de 4.000 ecuatorianos. En otras palabras: por cada
ecuatoriano censado hace siete años, ahora hay 125.
   ¿Cómo se
explica este desorbitado crecimiento en un periodo de tiempo tan corto?
Las razones, explican desde la asociación Rumiñahui – que agrupa a más de
10.000 ecuatorianos – son sobre todo económicas. Ecuador, un país de 13,5
millones de habitantes con ricos muy ricos y pobres muy pobres, afronta
desde 1999 una crisis financiera de la que todavía no se ha recuperado. El
todopoderoso dólar sustituyó a la moneda nacional – el sucre – , se
privatizaron los puestos de trabajo y el PIB cayo un 32%. Con la
«dolarización» llegó la imparable subida de la inflación – hasta un 500% – y
el «feriado bancario», una especie de corralito argentino a la ecuatoriana
que hizo que miles de familias perdieran de un plumazo sus ahorros. De la
noche a la mañana, la clase media del país desapareció. No había dinero ni
posibilidades de mejorar su situación a medio plazo, así que la solución
era endeudarse del todo y probar suerte en otra parte.
   Tradicionalmente, el ecuatoriano había mirado hacia EE UU para emigrar,
pero el «crack» financiero coincidió con el endurecimiento de las
condiciones impuestas por las autoridades estadounidenses para entrar en
el país. Así que España empezó a ganar puntos como opción más apetecible:
no planteaba problemas con el idioma, los compatriotas que ya vivían allí
contaban maravillas… y sólo hacía falta el pasaporte y una pequeña
cantidad económica para cruzar la frontera.
   Los «secretos» de
las lavadoras
   Los efectos de este «cóctel» no tardaron en reflejarse
en las estadísticas de población españolas. 7.000 ecuatorianos
empadronados en 1999, 20.000 en 2000, 140.000 en 2001… Los primeros en
llegar se encontraron con el recelo y la desconfianza de una sociedad que
lo desconocía casi todo sobre ellos. «La gente pensaba que veníamos de
Guinea Ecuatorial, que no sabíamos lo que era un ordenador o cómo
funcionaba una lavadora», apuntan desde Rumiñahui. Para compensar,
tramitar los papeles o conseguir un trabajo sin documentos era muy
sencillo. También los salarios eran más altos, aunque ellas estaban casi
«condenadas» al servicio doméstico y ellos sólo encontraban trabajo en la
agricultura o la construcción.
   Ambos factores empezaron a
invertirse en 2001 – con la firma de un convenio de regulación de flujos
migratorios entre España y Ecuador – y, sobre todo, a partir de agosto de
2003, cuando se empezó a exigir visado a todos los ecuatorianos que
entraban en nuestro país. Ahora, tras la regularización de 2005, conseguir
papeles es mucho más difícil – incluso echando mano de la reagrupación
familiar – y los cupos laborales están prefijados .
   Sin embargo,
la sociedad española, salvo casos puntuales, ya ha asimilado su presencia
en la vida cotidiana. Poco a poco, además, van escalando puestos en el
mercado laboral. Las grandes empresas españolas con servicios de banca
dirigidos al pujante mercado latino les fichan como ejecutivos, y las
profesiones medias ya no son un coto vedado. Los ecuatorianos se sienten a
gusto en España, y la mayoría está aquí para quedarse.
   

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