Las incógnitas del crimen de Alcalá

La Policía Local abre una investigación interna sobre la actuación de uno

La Razón, 07-01-2007

Alcalá de henares – Pocos asesinatos en los últimos tiempos han sido más
gratuitos y rodeados de nefastas coincidencias que el de Joan Gracea, que
inauguró la lista de muertes violentas en 2007, por suerte aún no
ampliada. La causa de la muerte, absurda: una disputa por la entrada en
una pista de hielo que estaba cerrada mientras el rumano, de 28 años,
vigilaba. La actuación de la policía local, bajo sospecha de pasividad y
con una investigación interna abierta que alienta las dudas al respecto.
El perfil del asesino, lo suficientemente alejado del habitual como para
hacerse preguntas. La tanda de cuestiones difíciles de contestar sigue
abierta y la responsabilidad del desastre no parece única.
   Sólo
un mes en Madrid
   De los dos personajes de la tragedia uno es
prototípico, el muerto. Un arquetipo casi perfecto (excepto por su triste
final) de los miles de inmigrantes que arriban a la tierra prometida para
encontrarse con la dura realidad de los empleos irregulares y mal pagados
y la soterrada xenofobia de la población: Grancea llevaba poco más de un
mes en España y estaba subcontratado por una empresa que ofrecía sus
servicios al Ayuntamiento de Alcalá de Henares.
   No tenía la
cualificación necesaria para el trabajo que realizaba y la empresa que le
pagaba no le había hecho contrato, por lo que también carecía de seguridad
social. Hacía un turno de doce horas pagadas a 60 euros (dividan, cinco
euros la hora). Era, en fin, con un hijo de seis años, una madre enferma
(ninguno sabe aún de su muerte), y una mujer esforzada, uno de tantos
luchadores.
   Es precisamente su mujer, que estaba con él cuando fue
salvajemente asesinado, la que más ha clamado porque se haga justicia.
Acusa de pasividad a la Policía local. Lo cierto es que se ha abierto una
investigación al respecto.
   Mientras todo sucedía, en la caseta
del guarda de la pista, a pocos metros del ayuntamiento, un policía local
que vigilaba la puerta del consistorio pudo observar todo el tumulto, y
según la mujer, no actuó. No respondió a sus gritos. Dejó que el asesinato
se consumara. Una patrulla local llegó por fin, pero tarde, y cuando los
nacionales ya llevaban allí diez minutos.
   La versión desde el
otro lado es, lógicamente distinta: el agente se ciñó al protocolo y entró
a llamar al teléfono que hay dentro del Consistorio, para avisar a la
patrulla. Cuando comprendió que era grave ya era tarde. Los agresores no
estaban y Ioan agonizaba con dos puñaladas en el pecho. Las patrullas de
guardia estaban ocupadas con otros accidentes y peleas. La investigación
aún no ha dado la razón a ninguna de las partes.
   Despistado y poco violento
   La figura del asesino,
«El Loco», como le conocían los colegas que le denunciaron al día
siguiente, parece compleja de desentrañar: apenas 18 años, deportista, sin
antecedentes y definido por sus compañeros como «despistado y poco
violento». Un despistado poco violento que llevaba un «pincho» encima y
que, como demostró, sabía usarlo.
   Según la mujer, los
agresores insultaron al muerto con gritos xenófobos. Esto ha hecho revivir
el fantasma del racismo skin en Alcalá, una localidad que en 2004 registró
diversas agresiones relacionadas con grupos ultras como los «Hammerskin».
«Hace unos cuantos años, había mucho rapado, pero ahora hay bastantes
menos», comenta un vecino de la localidad. Según la Policía, los jóvenes
no formaban ningún grupo organizado de este signo.
   El martes el
cuerpo volverá a Rumanía para ser enterrado, a cargo del Consistorio.
Luego, su viuda y su hijo regresarán de nuevo a España, que al fin y al
cabo, pese al trabajo precar io, la violencia gratuita y todo lo demás,
sigue siendo en su mente el país de las oportunidades.
   

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