Oportunidad para Europa
Las Provincias, 04-01-2007ANTONIO PAPELL/
Con el comienzo del año, ha nacido la Unión Europea de 27 miembros, con la incorporación de dos grandes países que estuvieron tras el Telón de Acero, Rumanía y Bulgaria, y que, aunque han recorrido ya un arduo trayecto hacia la normalización democrática y la prosperidad, están todavía muy lejos de los promedios comunitarios (Rumanía, algo más rica que Bulgaria, tiene una renta per cápita de 3.500 euros; España, a punto de alcanzar la media europea, tiene 21.500). Pero esta expansión geográfica, que –a falta de integrar a los países balcánicos y de tomar una decisión con Turquía– acaba de concluir, acentúa aún más, si cabe, la debilidad estructural de un proyecto que entró en crisis en 2005, con el naufragio de la Constitución Europea en Francia, uno de los seis países fundadores de Europa, que no podía obviamente quedarse fuera del proyecto integrador.
Francia ha pasado por un dilatado periodo de inestabilidad interna, de desorientación nacional, de falta de criterios y horizontes modernizadores. Las viejas inercias estatalistas, intervencionistas, paternalistas, de algún modo provenientes del republicanismo revolucionario, han lastrado a ese gran país y han trocado la grandeur en resistencias al cambio, en caídas preocupantes de la productividad que le han impedido crecer a los ritmos que han conseguido, por ejemplo, el Reino Unido o España. Por añadidura, Francia tiene que resolver un serio problema social: la integración de las generaciones de inmigrantes ya nacidas en el país, y que siguen sin compartir aún los valores colectivos. La importancia de la extrema derecha en el país vecino es, a la vez, causa y efecto de esta inadaptación. De momento, los problemas franceses siguen intactos, pero cabe esperar que la situación cambie, y para bien, cuando se celebren las elecciones presidenciales de la próxima primavera y se abra paso una nueva generación.
Pero la gran oportunidad para Europa proviene de la asunción por Alemania –la nueva Alemania de la gran coalición , fuerte y con impulso- de la presidencia de turno de la UE en el semestre que acaba de comenzar. La gran potencia que fue –y debe ser siendo– la locomotora europea, capaz en un cierto momento de animar al Viejo Continente hasta atreverse a tomar el relevo del impulso económico norteamericano, está ahora llamada a resolver, muy en especial, la institucionalización de Europa; pero también otros asuntos nada menores que reclaman una solución urgente, como la elaboración de una estrategia europea sobre la energía, tanto más necesaria cuanto más peligrosa es la gran dependencia de la UE al suministro exterior. Alemania, que mantiene unas espléndidas relaciones con Moscú, tendrá que vencer para ello las resistencias ultranacionalistas de la conservadora Polonia, hostil a cualquier relación amistosa con los restos del antiguo imperio oriental.
La recuperación de una Carta constitucional europea –llámese como se llame– es un designio inaplazable ya que la Unión a 27 se ha vuelto sencillamente inmanejable. Con el ingreso de los dos últimos países, la Comisión tiene 27 miembros, los consejos de 27 ministros no son operativos, el Parlamento Europeo ha alcanzado ya cifra exagerada de 785 parlamentarios… Es preciso, en fin, racionalizar las instituciones, modificar los instrumentos de toma de decisiones, reforzar las tramas que forman la trabazón interna de la Unión. Para conseguirlo, la diplomacia alemana tiene sus propios métodos: ha comenzado a negociar discretamente país a país, procurando huir de los órganos de Bruselas. Berlín cree que hay que multiplicar esfuerzos, que no prosperará una Constitución que no haya tomado realmente en cuenta a los ciudadanos, que probablemente habría que añadir al futuro texto un protocolo social para ganar adhesiones… y que quizá su proyecto haya de convergir con el de minitratado que está preparando el actual ministro interior de Francia y futuro candidato presidencial Nicolas Sarkozy… El proyecto alemán pasa, en fin, por la consecución de un texto que esté listo a finales del año que viene y pueda votarse junto a las elecciones europeas de 2009.
Para fortalecer la posición de los países que han ratificado ya la Constitución Europea, Madrid ha convocado una reunión de amigos de la Constitución . Es saludable mantener viva la llama del europeísmo pero sería muy peligroso obstinarse en un texto que está definitivamente muerto y que, si resucita, habrá de hacerlo de la mano de ciertas contrapartidas. Sea como sea, la recuperación de un marco jurídico-político que agilice la Unión es un paso indispensable para lograr, después, que Europa se llene de contenidos y de armonía, de acuerdo con el sagrado principio de subsidiaridad.
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