Un desaparecido se quedó en el parking por temor a la Policía
Varios agentes permanecieron en los aparcamientos de la T-4 hasta la explosión
La Razón, 02-01-2007J. M. Zuloaga/D. Mazón
Madrid – Las tareas de búsqueda de los dos desaparecidos tras el atentado
del sábado continuaban ayer con toda la intensidad que la situación del
parking destrozado permite. Lo cierto es que las esperanzas de
encontrarlos son «remotísimas», según el ministro del Interior,
especialmente en el caso del desaparecido que tenía el vehículo
estacionado en la planta segunda, Diego Armando Estacio, donde estalló la
bomba. Fuentes que participan en las tareas de búsqueda señalan que las
posibilidades se centran en hallar sólo algún rastro humano, dada la
proximidad del sujeto a la furgoneta cargada de explosivos. Su
desaparición fue la primera que se denunció, ya que era seguro, según sus
allegados, que se había quedado en el estacionamiento durmiendo mientras
esperaban la llegada del vuelo al que habían ido a recibir.
Llamada fatídica
El segundo desaparecido,
Carlos A. Palate, se hallaba en la planta 0 del parking cuando la Policía
comenzó a desalojar los estacionamientos y a acordonar la zona. Sus
familiares, que se encontraban en el interior de la terminal, al ver el
despliegue, llamaron al teléfono móvil de Carlos para advertirle de la
fuerte presencia policial. Pese a que tenía los papeles en regla, según
fuentes de la Consejería de Inmigración, parece ser que el temor a que por
algún motivo la Policía pudiera retenerle le empujó a quedarse en el
interior del aparcamiento en vez de dirigirse a la terminal.
Desde
el momento en que un anónimo avisó de la colocación del artefacto, hacia
las ocho de la mañana, hasta la explosión, a las 9, el trabajo policial
fue clave para evitar que el atentado se convirtiera en una masacre. Un
grupo de agentes se distribuyó por los aparcamientos para desalojar a
todas las personas que estaban en ellos mientras otros tantos trataban de
localizar el vehículo, que no fue encontrado hasta las 8:38, unos 30
minutos después de recibir el aviso.
Varios de los agentes
encargados del desalojo tuvieron que bregar con personas que pese a
recibir la orden de marcharse querían acercarse a los coches para recoger
algunos efectos personales, para lo que incluso llegaban a enfrentarse a
la Policía, en un acto de gran irresponsabilidad que si no hubiera sido
por la firmeza de los propios agentes podría haber derivado en más muertes.
Cuatro policías demostraron además un grado de heroísmo digno de elogio.
Pese a la cercanía de la hora anunciada de la explosión de la bomba,
decidieron acercarse a los módulos A y F del aparcamiento para cerciorarse
de que no quedara nadie, por lo que el artefacto les sorprendió en el
interior de esos estacionamientos.
Mientras tanto, los familiares de
los desaparecidos esperaban cualquier noticia sobre sus allegados. Ayer,
algunos de ellos acompañaron al ministro del Interior, Alfredo Pérez
Rubalcaba, hasta la terminal para señalar el lugar aproximado donde
aparcaron los coches y así centralizar la búsqueda de posibles restos. El
titular de Interior explicó que «han manifestado su deseo de acudir y me
ha parecido que tenían derecho a hacerlo, y a intentar colaborar. Creo que
así se sienten psicológicamente mejor». Rubalcaba afirmó que las tareas de
búsqueda se intensificarán en la zona donde las familias señalaron que
podían encontrarse sus vehículos.
Preguntado sobre la
cantidad de explosivo utilizado en el atentado, el ministro respondió que
«hasta este momento son todo especulaciones» pero que «lo que es evidente
es que es una bomba muy grande. Una auténtica salvajada».
El domingo, las familias recibían la visita de la consejera de
Inmigración de la Comunidad de Madrid, Lucía Figar, que se preocupó de que
no les faltara alojamiento, ni comida ni la atención precisa, incluidas
las facilidades para poder contactar con su país de origen.
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