Mejores
Tal vez mientras se eligen las bragas rojas con las que pasar la noche de los milagros, en algún almacén espectral de Bagdad, Sadam Hussein ha subido los peldaños de su patíbulo.
Diario Sur, 31-12-2006QUIZÁ ese sea nuestro destino. Vivir entre espejismos y propósitos. Ser mejores, tener más constancia. Mister Scrooge se nos presenta fugazmente cada final de año y con ese personaje del cuento de Navidad de Dickens recordamos las fragilidades de la existencia y lo importante de cada gesto. Tan fugaz, casi tan etereamente como los espíritus que vienen a visitar a ese personaje huraño y avaro. El tiempo de tragar doce uvas. Doce segundos para repasar doce meses y planificar los doce siguientes. Un sorbo de alcohol para desear suerte a este planeta alocado.
Sin solución de continuidad vamos de lo profundo a lo frívolo de una campanada a otra. Amuletos, supersticiones, dedos cruzados para amañar el futuro. Esperemos que valgan de algo para frenar esos bloques de hielo que se desprenden de los polos y viajan hacia nuestras cada vez más áridas costas, para rebajar la violencia de los somalíes y los etíopes, los secuestros de Colombia y Brasil, los atentados de Bagdad, los asesinatos y palizas de mujeres a manos de sus antiguos amantes y maridos, para que no haya más prostitutas, palestinos, libaneses, marines, periodistas asesinados, niños explotados sexual, económicamente.
Allá van las estrellas brillando para cada uno de ellos, para cada negro que empuja por la arena una patera y se sube a ella al otro lado del mar, para cada hombre que recoge de entre los escombros bombardeados sus enseres o sus muertos. Confeti, música para todos. Tal vez mientras se eligen las bragas rojas con las que pasar la noche de los milagros, en algún almacén espectral de Bagdad, Sadam Hussein ha subido los peldaños de su patíbulo. Lo han medido y pesado para que el golpe seco de la cuerda no lo decapite ni tampoco le procure una larga agonía. No somos salvajes. Esa también es nuestra vergüenza. Carbón para nuestra conciencia. Ahorcan al que fue nuestro pelele, el carnicero que durante un tiempo contrató Occidente. Serpentinas trenzadas. Para llevarles nuestro desarrollo a los pueblos perdidos primero les alisamos el terreno, con bombas o con excavadoras. Llevamos la guillotina en nuestro equipaje. Estamos dotados para lo mejor y lo peor. Simultáneamente trabajamos para la barbarie y lo más refinado de nuestra civilización. Este habrá sido el año de los muertos en Irak, de los cayucos y pateras hundidos, de la avaricia de los malayos y sus voceros, pero también lo ha sido de los voluntarios en las guerras lejanas o en las ambulancias en las que devolvían a la vida a los náufragos de las Canarias o el Estrecho. Ese es el péndulo que llevamos en el pecho, yendo en cada segundo de una pared a otra, del miedo y la locura a la paz y la belleza. Sí, seremos mejores, después de los cánticos, los propósitos y los amuletos, después de esta noche, seremos mejores, en el amor y la guerra.
(Puede haber caducado)