Los grandes optimistas

La Voz de Galicia, 31-12-2006

Los búlgaros son los grandes optimistas ante la entrada en el club comunitario. El apoyo a la adhesión registrado por el Eurobarómetro de octubre es uno de los más altos que se han obtenido nunca en comparación con otros países: 85%. Sin embargo, hasta los más optimistas reconocen algunos temores, como el posible encarecimiento de la vida en uno de los países más pobres de Europa, la quiebra de empresas ante la competencia de rivales extranjeros, el desempleo y el aprovechamiento de los fondos europeos. «Bulgaria, naturalmente, no está lista, como tampoco lo estuvieron en su momento Grecia o Portugal, pero la adhesión es la opción política correcta tanto para la UE como para el propio país», asegura Daniela Kozhujarova, vicedecana de la facultad de Económicas y Políticas Internacionales de la Universidad de Sofía.


Expectativas


El salario medio de un búlgaro está entre los 150 y los 200 euros, lo que corta las expectativas económicas, por lo menos en los primeros años, de la plena integración en la UE, especialmente para la gente que vive en los pueblos y las ciudades pequeñas del país.


La otra cara de la moneda presenta un crecimiento notable de las inversiones extranjeras: en el año 2006, en Bulgaria entraron casi 3.300 millones de euros. Las expectativas del sector privado para el próximo año son aún más optimistas. En el plan político la imagen es mucho mejor. Como estado en el corazón de los Balcanes, Bulgaria tiene la esperanza de convertirse en el portavoz de esa región en la Comunidad. «La política regional y la zona del mar Negro, el nuevo territorio naval de la Unión Europea, es nuestro gran compromiso», afirmó el ministro de Asuntos Exteriores, Ivailo Kalfin.


Vigilancia


Bulgaria empezó sus negociaciones para la adhesión hace diez años. Sin embargo, el año 2006 fue el más difícil. Sofía tenía el visto bueno con la firma del Tratado de Adhesión en Luxemburgo en abril del 2005, pero la mayoría de los Veinticinco no lo habían ratificado. Este proceso terminó positivamente para Bulgaria el pasado mes de noviembre, a pesar de que quedan en la recámara – especialmente en la mente de los socios más antiguos – problemas que amenazan las fronteras y la vida en la Comunidad: la inmigración, la corrupción y el crimen organizado.


España es uno de los países de la UE que han puesto restricciones temporales a la entrada de los trabajadores búlgaros, que durarán por lo menos un año. Más de 55.000 búlgaros tienen regulada su residencia en España y se calcula que unos 100.000 se encuentran sin papeles. Sin embargo, Madrid estuvo entre los grandes abogados defensores de Sofía en Bruselas en los últimos años y compartió su propia experiencia en la transición de un régimen autoritario hacia la democracia, tras la caída del régimen comunista hace ocho años.


Si bien la Comisión Europea no quiso postergar un año la entrada de Bulgaria, decidió, en cambio, medidas de vigilancia excepcionales durante el 2007, a pesar de que Bulgaria ya será un país miembro de la UE con plenos derechos. Los contactos activos entre los departamentos de la Comisión y Sofía seguirían hasta el momento en que el país mostrase una capacidad plena de contribuir sin problemas a la vida comunitaria. Los socios de Bruselas esperan además que el Gobierno búlgaro tenga capacidad para gastar bien y de manera transparente los fondos de cohesión: unos 2.000 millones de euros anuales hasta el año 2013.


El país balcánico aportará a la gran familia europea el alfabeto cirílico y la religión cristianoortodoxa. Dos aspectos que los búlgaros comparten con Rusia, Serbia y República de Macedonia – estas dos últimas, naciones cuyo porvenir europeo queda para más adelante – .

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