Zurrar a los pobres
La Verdad, 28-12-2006Hay que zurrar a los pobres era una lóbrega película española dirigida en 1991 por Santiago San Miguel que se desarrollaba en una miserable pensión que habría encantado como material de guión a Rafael Azcona. Me ha recordado su agresivo título la reciente vergüenza de Air Madrid – pronúnciese Er Madrí – , un álgido exponente del cantamañanismo fraudulento tan utilizado como moneda corriente en la corte de los milagros o capital del reino.
Me ha impresionado la desesperación de toda esa gente, en su mayoría inmigrantes, atrapada sin salida en la aséptica trampa de los aeropuertos sin poder ir a sus países, haciendo guardia por si se obra el milagro de que despega su avión y sin capacidad económica para adquirir un billete de otra compañía. Pobres que siempre son los zurrados cuando se produce cualquier anomalía porque tienen que valerse de lo barato como única posibilidad sin alternativa. Y lo muy barato es muchas veces malo o directamente una estafa. Siempre pagan el pato los pobres porque viven sobre la cuerda floja de la precariedad, del plan trazado con muy pocos puntos y si alguno falla se desbarata; cualquier viento de inesperada desgracia los desequilibra y derriba al no tener más que un único agarradero y haber consumido ya ese cartucho.
Así, son los pobres los que se quedan en tierra, los que más sufren un cataclismo porque las paredes que los cobijan son muy delgadas y los que resultan envenenados cuando la estafa es contra la salud pública. Fueron los afectados por el aceite de colza porque lo que les vendían los envenenadores era barato. Son los que se quedan ciegos en Rusia cuando adquieren una partida de vodka con demasiado barato alcohol metílico y los que engordan como globos por alimentarse con barata comida basura trufada de grasas infames.
En un relato presentado al concurso Gabriel Aresti, del que era jurado, leí una reflexión incontestable que se hacía un veterano bracero de la vendimia al valorar su suerte. Decía: «¿Cuánto esfuerzo cuesta ganar poco dinero!»
Eso sí, siempre hay soluciones a las cuitas de los pobres cuando les joden la marrana. Respecto a Er Madrí se la oí el otro día, pegando la oreja, a un grupo de pijos talluditos a los que se apreciaba con la caldera bien servida tras una de esas espantosas comilonas de grupo. Uno de ellos, no sé si el más tonto, pero sí el más despiadado, decía que el problema se evitaría si todos esos inmigrantes se quedaran en Navidad aquí, trabajando, que es lo que tienen que hacer y para lo que han querido venir a este país. Le deseo que en sus próximas vacaciones en las Bahamas sólo pueda escoger para poder volver a casa entre hacerlo en un cayuco o una patera unipersonales y accesibles ambas al salto de los tiburones del Atlántico.
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