"El Universo" ECUADOR: "Migrantes vuelven muy 'ezpañoles'"
El uso de expresiones orales propias de España por parte de ecuatorianos en ese país se debe, según testimonios, a necesidades de adaptación o a un deseo de sobresalir.
Prensa Latinoamericana, 24-12-2006“Vale”, “hombre”, “bueno”, “pues”, “joder”, “chaval”, “tío” y otras expresiones propias de los españoles sorprenden al escucharlas en inmigrantes ecuatorianos residentes en España, en ocasiones con dos, un año o hasta menos de permanencia.
La necesidad de buscar formas para adaptarse a otro medio, exhibicionismo, triunfalismo y hasta la vergüenza de pertenecer a un país subdesarrollado son argumentos que dan inmigrantes a este hábito que acentúa la pronunciación de la letra z.
Xavier, quien evitó identificarse con sus nombres completos, retornó a Guayaquil a los dos años de Barccelona y su cambio más evidente fue el marcado acento español en sus palabras. “Pues nada, que he venido a visitar a mi familia y abrazar a mi madre”, dijo.
Al preguntarle a este migrante, del cantón Balzar, por qué habla con esas expresiones orales propias de España, responde (ahora con “acento costeño”), que lo hace por cuestiones de trabajo, de integración y porque los ecuatorianos se ven en la necesidad de adaptarse a otro medio.
Otra inmigrante en España, la ambateña Lucía Andrade, coincide con Xavier y menciona que tuvo que cambiar sus costumbres para facilitar su integración a la comunidad española. Recuerda que cuando llegó a Madrid, hace cuatro años, expresó en el bar de un cine: “perdone, ¿me puede vender una funda de canguil?”. Esas palabras “chirriaron” en los oídos españoles al otro lado del mostrador. La dependienta que atendió a la ecuatoriana desconocía el significado de esa frase, por lo que la inmigrante no volvió a pronunciar esas palabras e importó a su vocabulario la expresión “bolsa de palomitas”.
Desterró el “bueno”, por el “vale”; “trapeador” por la “fregona”; “esfero” por “boli”.
“No tiene nada que ver con pérdida de identidad. O te acoplas a la forma de hablar o sencillamente no te entienden”, dice esta teleoperadora.
Daniel Gálvez coincide con ella. Aunque este quiteño, ejecutivo en una multinacional holandesa, en su trabajo conjuga los verbos en la segunda persona del plural “como los españoles”, pero en su casa evita hacerlo. “Cuando mi hijo, de 2 años, vaya al colegio, hablaré como aquí, si no lo confundiré. Eso no significa que niegue mis raíces”, expresa.
Otra residente en Madrid desde hace 16 años, la lojana Miriam Rodríguez, indica que se oye forzado que un ecuatoriano pronuncie la ce y la zeta. “Es caer en ridículo”, dice.
El chileno Alfredo Matus, miembro del español Instituto Andrés Bello de lingüística, expresó que las palabras conviven y dejan de estar proscritas en virtud de su procedencia; “los que no dicen la zeta, desde Andalucía a la Tierra del Fuego no tienen por qué sentir que hablan un español disminuido. En realidad, somos mayoría”, proclama.
Los movimientos migratorios obligan a los ciudadanos de diferentes culturas a encontrarse, coexistir y convivir. Con esta máxima, Jesús Labrador, experto en identidad de la Universidad de Comillas, advierte que los extranjeros en su proceso de adaptación “toman las herramientas que tienen a mano y entre ellas se encuentra el lenguaje coloquial, pero esto no es un indicador de cambio de identidad”. No faltan quienes "no quieren que se les note que son inmigrantes; incluso, cuando se les pregunta dónde quieren vivir, responden ‘en un barrio donde no vivan inmigrantes’.
En esta lucha por mantener una identidad en otra nación, Susana Villota, educadora infantil de un plan para inmigrantes ecuatorianos, expresa que incide el rol de los padres como facilitadores del proceso de integración de sus hijos, aunque hay ecuatorianos que se niegan a adoptar nuevas palabras.
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