UNITED COLORS O F NOCHEBUENA
Son una muestra de 'las nuevas guipuzcoanas'. Reunimos a cuatro mujeres que llegaron de cuatro continentes distintos para hablar de su Navidad y sus vidas el día de Nochebuena
Diario Vasco, 24-12-2006SAN SEBASTIÁN. DV. Es como un cuento de Navidad, pero real. Cuatro mujeres que llegaron desde cuatro esquinas diferentes del mundo y hoy son guipuzcoanas de ejercicio y vocación se reúnen para hablar de sus biografías y de su Navidad. Sus historias completan el rompecabezas de una Gipuzkoa plural y mestiza y sobre todo verdadera. Más allá de los eslóganes publicitarios, la etiqueta de «united colors» agrupa cuatro vidas cargadas de valor. Ellas conocen de primera mano la aventura de la emigración y del inicio de una nueva vida. Y esta noche, cada una con su familia, brindarán por ello. Porque a ellas la aventura les salió razonablemente bien.
Liudmila es la que más tiempo lleva entre nosotros: llegó desde Ucrania hace once años. Vive en Errenteria, habla en perfecto castellano y estudia euskera. Malak es la más reciente: vino de Marruecos hace un año y ahora reside en Hernani con sus cuatro hijos. Xiao Ping Ye aterrizó en Irún hace seis años desde China y ahora regenta un gran bazar en la localidad fronteriza. Y la ecuatoriana Isabel Fernández, con cinco años de vida donostiarra, disfruta de su nueva tierra mientras añora el regreso.
Les propusimos una reunión en torno a un café y hablaron de nostalgias y sueños. Se declaran encantadas de la forma de ser de los vascos, dicen haber encajado bien en el paisaje y en el paisanaje e insisten una y otra vez en que lo mejor de Gipuzkoa «es la gente, cálida y respetuosa». ¿No es un tópico? «No, es verdad, la gente es aquí estupenda», dicen las cuatro con sus acentos diferentes y sus maneras distintas de vivir una Navidad que hoy entra en una de sus fechas señaladas.
De tánger a hernani
«Vine por mis hijos y por mis hijos me quedaré»
Malak prefiere no decir su apellido. Tiene una sonrisa franca, es alta y corpulenta y habla un estupendo castellano aunque sólo hace un año que llegó al País Vasco. «Nací y crecí en Tánger, en el norte de Marruecos, y allí la cultura española aún está muy presente». Es berebere, viuda y madre de cuatro hijos. «Precisamente vine por ellos: dos padecen una enfermedad que exigía un tratamiento que se les puede dar en Euskadi», explica. Y así, Malak vino primero con esos dos, pero poco más tarde reunió a los cuatro. «Queríamos estar todos juntos: ya sabes, amor de madre», sonríe.
Vive en Hernani, se declara feliz de su nueva vida aquí «porque me han ayudado mucho» y sobre todo se dice contenta de que sus hijos estén también felices. «Pienso que nunca más me moveré de aquí: en Marruecos no me queda familia porque mis padres y hermanos viven en distintos puntos de Europa y ya ni siquiera tengo previsto ir a Tánger de visita».
¿Y la Navidad? «En Tánger conocemos bien la Navidad a la española, aunque nosotros la celebremos de otra forma. Para los musulmanes el nacimiento de Jesús también es importante porque él es profeta de Mahoma y nos reunimos a cenar en Nochebuena». La llegada del nuevo año se celebra «con más ruido» y esa noche «más que cenar comemos dulces y nos hacemos regalos».
de china a irún
«Aquí he aprendido la fuerza que da la amistad»
Xiao Ping Ye quiere decir en castellano algo así como «pequeña golondrina». Su pareja, un orgulloso amezketarra, la llama Enara, en euskera. Y ella sonríe sin parar. Vino desde China hace seis años, siguiendo el rastro de su hermana y otros familiares. Se afincó en Irun y ahora tiene allí un bazar y está llena de proyectos, fiel a la imagen que tenemos (y vemos) del chino emprendedor. Tiene dos hijos, el más pequeño de ocho meses. Y disfruta la Navidad porque en China no vivía nada parecido. «Los cristianos la celebran en las iglesias, y colocan luces, y se reúnen, pero en las ciudades apenas se nota que es Navidad», explica Xiao Ping Ye. «El nuevo año se conmemora con más fuerza, reuniéndonos las familias y amigos, pero ya sabeis que el calendario chino es diferente y la llegada del nuevo año es otro momento».
Esta joven china se ha aclimatado ya a la Navidad europea y la disfruta. Su pareja le ha familiarizado con las costumbres locales y ella paladea los regalos, las músicas y las luces de la Navidad. Dice que aquí ha aprendido el valor de la amistad como motor de las relaciones y sonríe cuando se le pregunta por la creciente pujanza de los negocios chinos en el conjunto de la economía española y también a escala guipuzcoana. «Nos gusta trabajar y hacer negocios, pero eso también lo sabeis hacer muy bien los vascos», concluye con una sonrisa.
de ecuador a donostia
«He descubierto un mundo, pero mi casa sigue allá»
Isabel Fernández habla un castellano limpio y preciso y se expresa con una educación que, vista desde este lado del charco, resulta entre antigua y admirable. Es una madre coraje, madre soltera de un niño de un año al que pronto le gustaría ver en Ecuador. Aunque sabe que, de momento, su sitio es éste.
«Mi ciudad se llama Cayambe, está en la comarca andina de Ecuador y es preciosa. Trabajaba allí como profesora, pero hace cinco años quise cambiar de aires. Conocía a un sacerdote español que hablaba mucho de su país y me vine para aquí».
Vive en el barrio donostiarra de Amara, trabaja en una lavandería y se declara encantada del país. Vive con dos compañeras colombianas y su bebé y sabe lo que es trabajar duro, pero no se queja. Para ella la Navidad es importante. «En Ecuador se vive por todo lo alto, con iluminación y regalos incluso por encima de las posibilidades económicas del país, pero la gente disfruta viviendo estas fechas a tope».
Ella echará esta noche de menos a su familia, aunque se reunirá con amigos ecuatorianos que viven aquí para matar la nostalgia entre todos. «Somos muchísimos los ecuatorianos que vivimos ahora en San Sebastián y los pueblos de alrededor, pero yo, desde que tuve a mi bebé, me relaciono menos con ellos. Esta noche nos juntaremos… y sobre todo intentaré que mi pequeño vaya entendiendo la suerte que es celebrar la Navidad con gente querida», termina Isabel.
de ucrania a Errenteria
«Mi casa es una pequeña babel, pero feliz»
Ya domina el castellano, pronto empezará con el euskera y habla con sus hijos en ucraniano, ruso… «Somos una pequeña torre de Babel, pero feliz», dice resueltamente Liudmila Prudchenko, que llegó hace once años desde el norte de Ucrania hasta Errenteria con su marido, hijo de un «niño de la guerra» de Eibar que viajó a la Unión Soviética durante la guerra civil española.
Liudmila y su familia han encajado perfectamente en la forma de vida local. Ella colabora como traductora en los colegios que lo necesitan y se deshace en elogios ante los vascos. Su familia ya celebra la Navidad como sus vecinos aunque en Ucrania estaban acostumbrados a otros ritos en función del calendario ortodoxo, con una versión especial de la Navidad en la fecha que aquí es 7 de enero y la celebración del Año Nuevo el 14 de enero. Dice que aún no se acostumbra al frío húmedo del invierno vasco pero hoy brindará por la Navidad con su familia como lo harán las otras tres protagonistas de este 24 de diciembre.
(Puede haber caducado)