No tiene casas ni calles, pero sus habitantes se han asomado a los medios de comunicación en 2006 más que los de cualquier localidad española. La ciudad del año ha sido para nosotros este populoso archipiélago flotante que ha puesto rumbo hacia las costas canarias. Si la elegida en 2005 fue Melilla por los cruentos asaltos a la valla fronteriza, el reforzamiento de la vigilancia y la colaboración con Marruecos han trasladado la presión migratoria hacia el sur. Los subsaharianos salen de Senegal o Mauritania y recorren miles de kilómetros hacinados en barcos de pesca provistos de motor y GPS. Pero este inquietante archipiélago no es sólo la ciudad de 2006 sino uno de los grandes problemas que en 2007 seguirá afrontando el Gobierno. Ni los acuerdos de repatriación ni el incremento de la ayuda al desarrollo ni el tenue concurso de la UE han logrado paliar hasta ahora la avalancha. El Ejecutivo debería explorar mecanismos para evitar que cientos de personas sigan dejándose la vida el año próximo por alcanzar nuestras costas.