La Otra Orilla. La Navidad de otros

«También es la de nuestros hermanos mecidos por el calor de la arena del desierto en los campamentos de Tinduf o en pleno Sáhara, más cerca de nosotros que lo que está La Palma de Lanzarote»

Canarias 7, 23-12-2006

La Navidad de los otros también incluye esta vez a Dimas Martín, porque es la Navidad de los cientos de reclusos que están en nuestras prisiones. También es la Navidad de la familia de Sara Morales y la de otra homónima de cinco años retenida por una familia que le impide que pase estas fechas con su madre biológica. Es la Navidad de los 2.000 niños y jóvenes declarados en desamparo que viven en hogares y la de los 900 chicos inmigrantes subsaharianos y magrebíes de 9 a 17 años cuya prueba radiológica en la muñeca ha certificado como menores. Uno de ellos, Massá, que con 14 años ha vivido más que muchos ancianos, se embarcó en un cayuco sin que se enterara su familia. Pasa estos días su primera Navidad en este lado del mundo. Me dice que la casa de sus padres al norte de Dakar no tiene ni agua ni luz eléctrica, pero que, aún así, montan un árbol y lo adornan. Cuando salió por primera vez a nuestras calles inundadas de bombillas sólo acertó a confesarme: “Ustedes están locos” y en sus pocos e intensos años sólo recuerda un único regalo: una bicicleta. Ésta también es la Navidad de  miles de inmigrantes que nos han llegado por avión, lejos, lejísimos de sus casas, y la de miles de mujeres sumisas que callan y sufren y la de nuestros hermanos mecidos por el calor de la arena del desierto en los campamentos de Tinduf o en pleno  Sáhara, más cerca de nosotros que lo que está La Palma de Lanzarote. Y es la Navidad de la familia de Beatriz Cuarental y la del realizador Juan Ramón Hernández, la del técnico de radio Paco El Manitas o la de Ricardo Melchior. Será distinta para Gonzalo Martell y Carmelo Florido. Es la Navidad de los familiares del matrimonio y la hija deficiente que arrolló un Mini y de tanta gente, miles,  que no tiene ni un sólo motivo para sonreir y, sin embargo, lo hacen (unos con más esfuerzo). Por eso, cuando me comentan qué triste va a ser la Navidad de los encartados en los últimos casos de corrupción no puedo sino lamentarlo por Sara, por estos niños, los inmigrantes, las maltratadas, los reclusos, los mendigos y por los que llorarán mañana una silla vacía.

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