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ZOOM: El chamán embaucador
El Mundo, 20-12-2006Madrid está enorme. En la enormidad de Madrid cabe todo el mundo: moros y cristianos, andinos y caribeños, chinos de la china y negros del Africa tropical. Salvo paquistaníes (esos están concentrados en Cataluña), hay de todo. Yo tengo mi propio muestreo. El pintor que pinta con amor es rumano. El jardinero, magrebí. La dentista, colombiana. El chico de los masajes, brasileiro. Y el que sale en los sucesos, albano – kosovar. Y no sigo, pero podría hablar de la arqueóloga búlgara, la argentina que hace brownies (más que hacerlos, los borda) o el polaco que arregla la tele.
El Madrid castizo ha dado paso al Madrid mestizo, o multicultural, o intercultural, o como quieran llamarlo los antropólogos. En realidad Madrid siempre ha sido un poco mestizo, lo que pasa es que antes todos usábamos el mismo color de piel y la cosa quedaba más disimulada. En otras palabras: antes los polacos no eran de Polonia, sino de Cataluña.
Paseo por la ciudad en obras. Luces y zanjas, Navidad y tufo de grandes almacenes. En las confiterías, el turrón comparte protagonismo con los panetones (dichoso word: se empeña en poner «panteones»). Veo un Belén con una virgen negra. Madrid se está volviendo interesante.
Las bocas de metro han dejado de ser lugares de encuentro de los últimos chicos de BUP. Ahora parecen mercados persas. Todo el mundo ofrece algo: un reloj, un falso bolso de Prada, un menú de ocho euros, una noche de salsa. Me cargan de panfletos publicitarios. Unos van directos a la papelera. Otros los guardo en el bolsillo, donde dormirán hasta la temporada que viene. Al llegar a casa rescato un papel cuyo título me sorprende (No hay problema sin solución), así que busco las gafas para descifrarlo. El anunciante es un vidente africano con categoría de ilustre maestro. Su especialidad: curar males de amplio y pequeño espectro como droga y tabaco, problemas matrimoniales, negocios, asuntos judiciales, suerte, depresión, impotencia sexual, exámenes, nervios. Y desamor, mucho desamor. El chamán se presenta como experto en «quitar hechizos, atraer personas queridas o clientes, proteger la vida de los familiares, recuperar pareja, romper ligaduras (¿de trompas?), eliminar mal de ojo y mantener puestos de trabajo». Ésa sí que es buena. El chamán ayuda a mantener el puesto de trabajo, no a encontrarlo. Si fuera así el trabajo lo tendría él y se ahorraría el anuncio.
Muchos chamanes se ofrecen hoy en Madrid. Para mí que en cada boca de metro hay uno (o el mismo, pero con distinto nombre). El negocio va tirando. Es más rentable vender magia y camelo que deslomarse en la construcción del metro. Europa se lo monta de formal, pero paga por dejarse tomar el pelo. El confort produce ingenuidad.
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