Español para principiantes

Diario de noticias de Alava, 18-12-2006

Español para principiantes

cuando Gema, Amina y Bachir llegaron a Vitoria hace unos años huyendo de la miseria de sus países no se imaginaban que encontrar un trabajo les iba a costar tanto. Los problemas de comunicación, el idioma, fueron y siguen siendo el principal obstáculo para lograr que alguien les dé un empleo.

Aun así, cada mañana el despertador sigue sonando en sus casas aunque no para ir a currar , como la mayoría de sus compatriotas, sino para acudir a clase. Ellos son parte de las 563 personas que este año se han matriculado en los cursos de castellano para inmigrantes que imparte el centro de Educación para Personas Adultas Paulo Freire.

En clase de Amina, Gema y Bachir son unos 20. Los tres están todavía en el nivel de alfabetización, el más básico, a pesar de que la mayoría lleva más de tres años inscrito en el centro. “Les cuesta mucho avanzar”, asegura el profesor. En esta clase de la segunda planta del centro Paulo Freire se mezclan más de media docena de nacionalidades distintas, aunque la mayoría son magrebíes sin trabajo a los que el Ayuntamiento de Vitoria insta a aprender castellano mientras sean beneficiarios de las ayudas sociales.

Es el caso de Amina, que llegó de Marruecos hace un año junto con su marido y sus tres hijos. Esta mujer de 32 años no ha conseguido todavía hacerse un hueco en el mercado laboral, sin embargo, asegura que practica el castellano en casa, con sus pequeños, para ir preparándose. También Gema se encuentra en una situación parecida a la de su amiga, aunque ella lleva bastante más tiempo, casi cuatro años, acudiendo a Paulo Freire. Sin embargo, admite que sus obligaciones familiares, “cuidar a mis cuatro hijos y a mi marido”, le hacen faltar bastante a clase.

Ambas acuden a Rachid, el más veterano, para que les traduzca cuando algo no entienden. Este saharaui de 56 años se presenta como un antiguo combatiente del ejército español en el Sahara y dice que le sobran ganas para trabajar. Sin embargo, una invalidez que le afecta a una de sus piernas le impide realizar gran parte de los trabajos por lo que, desde hace cuatro años, cuando llegó a Vitoria, recibe una pensión.

En el aula aprenden cosas cotidianas como entender una receta de cocina o leer una esquela en el periódico. “Por las mañanas me gustaría leer la prensa como uno más”, asegura Mohamed, otro compañero. Sin embargo, la meta es otra, un trabajo.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)