En manos de «Air Fomento»

Los pasajeros de Air Madrid «acampan» en Barajas mientras el Ministerio

La Razón, 18-12-2006

Madrid – Se han hecho fuertes frente a uno de los controles de acceso de la
zona de salidas de la T1 y no piensan moverse de allí, salvo que sea para
ocupar plaza en un avión que les lleve a su destino. Entre el centenar de
«acampados» en el aeropuerto de Barajas hay una abrumadora mayoría de
ecuatorianos, aunque tampoco faltan peruanos y algún que otro colombiano.
Una cinta azul delimita el perímetro de lo que se ha convertido en su
«casa» durante los últimos dos días, 48 horas eternas agotadas entre
formularios de reclamaciones, sandwichs y cafés de máquina y ratos de
sueño incómodo en los bancos del fondo. Son, en fin, parte de los 300.000
afectados por la «espantada» de Air Madrid, que ha dejado en tierra todos
sus sueños de reunirse con la familia por Navidad. Ahora, sus opciones
pasa por conseguir asiento en uno de los vuelos que fleta el Gobierno para
intentar arreglar la caótica situación provocada por la ya extinta
compañía aérea. Como otros miles de pasajeros frustrados, están en manos
de lo que algunos ya han bautizado como «Air Fomento», pero ellos han
decidido esperar el desenlace de su aventura a pie de pista.
   Si en
todos los grupos espontáneos siempre surge una especie de líder, el de los
desheredados por Air Madrid bien puede ser Victor. Él y sus seis
acompañantes debían haber salido hacia Quito el pasado sábado a las once
de la mañana, y sin embargo lleva desde el viernes – en cuanto se enteró
del cierre de la compañía – varado en el aeropuerto. «Nadie da la cara, ni
nos atiende. Esto es una vergüenza. ¿Por qué no media Esperanza Aguirre
- que «amadrinó» en su día a Air Madrid – o Mariano Rajoy?», suelta de
corrido. A su alrededor, varios niños matan el tiempo como pueden, con las
huellas del cansancio reflejadas en sus rostros. «Hemos ido a que nos
calentaran la papilla del bebé y nos han dicho que no funcionaban los
microondas. Nuestra embajada no nos hace ni caso ¿Tú te crees que hay
derecho?», se queja.
   De tanto gritar pidiendo «que nos traten
como a todos», Zoila Lindao se ha quedado afónica. Si historia es muy
parecida a la del resto de ecuatorianos que la rodea – cinco años sin
volver a su Esmeraldas natal, doce meses de sacrificios para ahorrar
céntimo a céntimo los 1.280 euros del billete pagados a plazos – y,
mientras la desgrana, una de las «chaquetas verdes» del aeropuerto se
acerca al grupo para comunicarles lo que tanto han esperado: «Vayan a la
planta baja, que va a salir un avión hacia Quito y Guayaquil». Zoila,
levanta las manos enloquecida y fuerza al límite su maltrecha voz para
gritar de alegría. «¡Nos vamos por fin!».
   La
acción se traslada a la sala Turmalina, habilitada por AENA y Fomento para
coordinar la recolocación de pasajeros en distintos vuelos. Hay muchas
«chaquetas verdes» por la zona intentando formar colas ordenadas y
atendiendo preguntas para las que no tienen respuesta. «Yo trabajo en la
T4 y terminaba a la una de la tarde, pero me han dicho que me quede por
diez euros la hora y me viene bien», reconoce María, que acaba de tener un
pequeño roce con un grupo de peruanos. «Les he dicho que el avión es sólo
para los que van a Ecuador y han empezado a gritarme», se queja al borde
del llanto. Y es que las horas de espera y la incertidumbre han hecho
mella en Roberto, Pedro y Daniel, parte de ese grupo que se ha encarado
con María. Son de los pocos que llegaron ayer a Barajas con sus maletas
sin saber lo que había ocurrido con Air Madrid. «Trabajamos fuera de la
ciudad y no nos habíamos enterado. Salíamos a las doce y hemos gritado
tanto como los ecuatorianos. ¿Por qué a ellos les sacan y a nosotros no?»,
pregunta Roberto.
   La calma en el interior de la sala Turmalina
contrasta con el ajetreo de la terminal. El personal atiende uno por uno a
los reclamantes – hay que priorizar los casos más urgentes, como los que
esperan el viaje de regreso o los enfermos – , les toman los datos y les
prometen agilizar todo lo posible la situación. Tras pasar por el
mostrador, el entusiasmo de Zoila ha caído varios grados. «No nos han
prometido una plaza, pero dicen que saldrá un avión mañana – por hoy – y que
tenemos que firmar una hoja en la que asumimos que el viaje de vuelta
tenemos que gestionarlo por nuestra cuenta».
   Ése es el problema
con el que se encuentran los viajeros, atrapados todavía en la ida.
Fomento no se hará cargo de ellos para devolverles a Madrid, pero a
Blanca, otra afectada, ya ni siquiera le importa: «Sé que he perdido el
dinero, pero lo acepto. Sólo quiero ver a mi familia».
   

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