La odisea de un refugiado

ABC, 13-12-2006

SIMÓN TECCO

Corresponsal

de ABC en Eslovenia

La muerte del dictador chileno Augusto Pinochet para un refugiado político como lo fui yo hace ya casi 33 años podría considerarse como un momento de regocijo o de alivio. Pero no lo es. Desde el punto de vista personal me es indiferente, pues su desaparición no puede devolverme nada de todo lo perdido, al haberme privado del derecho a vivir en mi patria. Verse perseguido y obligado a abandonar tu propio país por lo que pensabas y creías a los 21 años, es un duro golpe difícil de asimilar, tanto más cuando lo dejas todo, tus sueños, tus proyectos tus amigos, tus padres y hermanos, tu novia y todo ese mundo que enmarca tu espacio vital y el desarrollo de una persona.

Ser refugiado es algo muy diferente a ser emigrante. Este último sabe que puede regresar cuando desee, mientras que el primero sueña día y noche con su retorno, que en mi caso nunca se produjo. Vivir soñando en poder regresar a tu país con el tiempo se convierte en un mecanismo psicológico que limita tus posibilidades de integración en la sociedad que te ha acogido. Añorar el retorno puede significar acumular rencor que limita la capacidad de comprensión y racionalización de lo sucedido, si bien la crueldad y la ignominia son imposibles de comprender y perdonar. Cuando sales de tu tierra no lo sabes, pero afuera comprendes que debes iniciar prácticamente de cero una nueva socialización, en un medio distinto que puede resultar hostil, frío, impersonal. Aprender un nuevo idioma, comprender y asimilar otra idiosincrasia, hacer nuevos amigos y buscar proyectos para tu vida futura, es una tarea difícil en la que muchos refugiados chilenos fracasaron.

Yo tuve la suerte de tener 21 años, ser curioso y ambicioso en lo que a conocimientos se refiere y de haber terminado, después de muchas incertidumbres y recovecos, en la ex Yugoslavia, un país al que nunca imaginé ir y del que menos tenía noticias. Me permitió conocer en carne propia las «bondades del socialismo» con la sorpresa de encontrar similitudes en los talantes políticos de uno y otro régimen y me hizo comprender que la democracia es el sistema más complicado inventado por el hombre.

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