Buteflika reprocha a Zapatero que esté dando la espalda al pueblo saharaui

El Mundo, 13-12-2006

La III Cumbre Hispano – Argelina se salda con la ausencia de acuerdos favorables para España La III Cumbre Hispano – Argelina se saldó ayer en la capital del país norteafricano con una ausencia total de acuerdos favorables a España y en medio de un clima de frialdad que contrasta con el trato estrecho que prodigaba Abdelaziz Buteflika al Gobierno de José María Aznar. El presidente argelino guardó hasta el final sus cartuchos y aprovechó el almuerzo ofrecido a la delegación española para abrir fuego sin contemplaciones y reprochar abiertamente a Zapatero su actitud – negativa, en opinión de Argel – hacia las aspiraciones del pueblo saharaui.


Las esperanzas, expresadas oficiosamente desde círculos oficiales españoles, de volver a impulsar la relación con Argelia – el primer proveedor de gas a España – a los niveles alcanzados durante la etapa del PP han recibido por el momento un jarro de agua fría. Ahora sólo resta la oportunidad, que previsiblemente será bien aprovechada por Buteflika, de emplear la próxima visita de Estado de los Reyes a este país para reengrasar la máquina de los contactos estrechos a nivel político. Zapatero se mostró confiado en que el viaje de Don Juan Carlos – que se prevé para el mes de marzo, pero que aún no cuenta con fecha fija – sirva para dar empuje y visibilidad a las relaciones bilaterales.


Pese a que ayer el presidente del Gobierno español, en su brevísima declaración sin preguntas ante la prensa, quiso reseñar la proximidad geográfica y política entre Argel y Madrid, los hechos y los gestos le quitaron la razón. Buteflika sólo se avino a acompañarlo a las escaleras del palacio de La Almuradia, donde escuchó impávido y silencioso el resumen sin enjundia que Zapatero hizo de la reunión ante la prensa. Después, el presidente argelino acompañó a su invitado al almuerzo oficial preparado en la Casa del Pueblo, y allí se despachó.


«Desearíamos que España se comprometa de manera más resuelta a empujar a Marruecos y al Frente Polisario a aceptar poner a punto las modalidades de un referéndum de autodeterminación libre y regular, que permitirá la expresión de la voluntad soberana del pueblo del Sáhara Occidental conforme a la legalidad internacional», afirmó Buteflika en su alocución previa a la comida oficial. Y añadió: «España no puede quedarse indiferente ante la suerte actual del pueblo saharaui que ustedes», recordó, «colonizaron desde 1885 hasta 1975».


Con estas frases, el presidente argelino no hacía sino desaprobar rotundamente la estrategia promarroquí seguida por el Ejecutivo de Zapatero desde su llegada al poder. Y al final, dicha estrategia siempre llega al mismo punto: el conflicto del Sáhara Occidental. Es en esta cuestión en la que más distanciadas se encuentran las posiciones de Argel y Madrid.


En tanto que los argelinos se mantienen fieles a su postura histórica en respaldo del Frente Polisario y sus aspiraciones de autodeterminación, Madrid ha virado sustancialmente desde el antiguo apoyo prestado por los gobiernos de Felipe González y José María Aznar a los saharauis a la actual tibieza que esgrime Zapatero, escorada hacia el campo de Rabat.


El Gobierno español se limitó en este terreno a intentar pasar desapercibido y pedir que, en la declaración final de la Cumbre, se incluyera la consabida frase según la cual se apoya «una solución justa y definitiva del conflicto del Sáhara, en el marco de la legalidad internacional y las resoluciones pertinentes de Naciones Unidas, en particular la 1495 y 1541 del Consejo de Seguridad, que consagran el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui». Zapatero, en su discurso, se limitó a señalar que en el curso de su encuentro con Buteflika se había abordado el asunto del Sáhara.


Más allá de este contencioso, los argelinos rechazaron firmar los acuerdos que desea España. A lo más que llegaron fue a mantener vivas las promesas en relación con un acuerdo de cooperación en materia de seguridad y un pacto de trato preferencial en el terreno energético. Todo esto queda para el futuro. Argelia y España, unidas esencialmente por los contratos de compraventa de gas, se ven obligadas a admitir que la energía es su principal vínculo, el que dota a su relación de un carácter «estratégico».

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