La ultraderecha despide a Pinochet
Diario de Noticias, 12-12-2006pamplona. Los partidarios del fallecido ex presidente chileno Augusto Pinochet soportaron ayer las altas temperaturas del verano austral, largas esperas e insultos de sus detractores para tener la oportunidad de pasar junto al féretro y darle el último adiós. Unas 5.000 personas habían cumplido el ritual hasta pasado el mediodía de ayer y otras 10.000 esperaban en una sinuosa fila que se extendía por varias manzanas en las afueras de la Escuela Militar, donde se velaba a Pinochet, quien murió el domingo, a causa de problemas cardíacos.
Los que pasaban junto al féretro se detenían un instante, observaban el rostro maquillado del cadáver del general, algunos lloraban y otros se persignaban y se retiraban con lentitud. Pinochet, amortajado con uniforme de gala de general de Ejército, tenía prácticamente la mitad de su cuerpo a la vista de quienes acudieron al velatorio, sin honores de Estado, pero con los homenajes que el reglamento del Ejército establece para sus ex comandantes en jefe.
En la multitud de adherentes o curiosos se podían ver desde profesionales u oficinistas que faltaron a su trabajo, hasta alumnos de universidades privadas, jubilados, empresarios y pudientes amas de casa. Incluso un grupo de jóvenes neonazis hacía guardia para rendir honores al ex gobernante, frente al parque de la escuela castrense.
tensión en el velatorio La desesperación de algunos por entrar a dar el último adiós a quien consideran el salvador de Chile calentaba de tanto en tanto los ánimos entre los asistentes. Ataviados con banderas y símbolos patrios, los partidarios de Pinochet vivían su duelo, con voces a veces tenues, como oraciones, y en otras ocasiones altisonantes.
“Pinochet, Pinochet, no se suicidó, a él se lo llevó Dios”, gritaban de tanto en tanto los partidarios, en una lúgubre comparación con el presidente constitucional Salvador Allende, que prefirió quitarse la vida antes que entregarse durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, cuando el palacio presidencial de La Moneda ardía tras ser bombardeado por orden de Pinochet.
Pinochet, cuyo funeral se celebrará hoy, será incinerado, porque esa fue su última voluntad para evitar que su tumba fuera profanada. El ánfora con sus cenizas será trasladada a su casa de campo, en las cercanías de Santiago, donde será sepultada. A la misma hora de las exequias, las tres de la tarde en la España peninsular, el Partido Comunista y organizaciones de defensa de los Derechos Humanos tienen planificado un homenaje a Allende, frente a las puertas de La Moneda.
La presidenta chilena, la socialista Michelle Bachelet, afirmó ayer que pensó “en el bien del país”, al descartar un funeral de Estado para el ex dictador. “En una sociedad, cuando no existen normas, leyes previstas para determinadas situaciones, los gobernantes tenemos que tomar decisiones pensando en el país”, afirmó la mandataria, ella misma una ex presa política torturada en la dictadura, de cuyos actos Pinochet jamás se arrepintió en vida.
Bachelet dispuso que la ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, asista a los actos fúnebres, pero Marco Antonio Pinochet, hijo menor del ex dictador, manifestó que no quiere a nadie del Gobierno en el funeral. “Espero que por respeto a mi familia no participe el gobierno, que la gente que sí lo quería se presente a su exequias, pero no quiero actos hipócritas, por respeto a mi madre y a mi familia”, subrayó.
Igual de explícito fue el ministro del Interior, Belisario Velasco, al afirmar que Pinochet fue “un clásico dictador de derecha que violó los derechos humanos”, y por ello “no corresponde celebrarle un funeral de Estado”. “Pinochet va a pasar a la historia como un dictador, como el clásico dictador de derecha que violó gravemente los derechos humanos y que se enriqueció. Esa ha sido la tónica de los dictadores de derecha en América Latina”, señaló.
festejos y protestas “Pinochet, Pinochet, aquí estamos otra vez”, era, sin embargo, el grito que los pinochetistas lanzaban al aire mientras esperaban su turno para entrar en la capilla ardiente. “Vengo a ver al único, al mejor soldado de la Patria que ha nacido después de (Bernardo) O’Higgins, no me importa que la presidenta no le haya dado honores como presidente”, declaró un hombre cincuentón, con apariencia de obrero, quien se negó a identificarse. “La historia se los dará (los honores). Yo siempre estaré del lado de los que nos libraron del comunismo”, añadió, al explicar su presencia en el velatorio.
En la interminable fila, Juan Pedro Ruckert, un estudiante que aún no había nacido en 1973, declaró que Pinochet “fue una gran persona que liberó a Chile del marxismo, mi familia sufrió mucho con Allende. (Pinochet) es un libertador, un segundo Bernardo O’Higgins”. Y ante el fervor de los presentes, elegantes mujeres de la Fundación Augusto Pinochet se instalaron, cual humildes vendedores ambulantes, a ofrecer insignias, fotos y otros recuerdos del general. Juan Ignacio Riesemberg, de 17 años y alumno del exclusivo colegio Santiago College, dijo estar triste, “pues a mi general no le rindieron honores como presidente”.
La calma era interrumpida de vez en cuando por insultos de automovilistas que pasaban frente a la Escuela Militar, respondidos con epítetos más duros de los pinochetistas.
Los festejos, mayoritarios, y las protestas por la muerte del ex dictador dejaron 99 detenidos y 49 heridos, entre ellos 43 policías y varios de ellos de gravedad. Miles de personas salieron a las calles durante la madrugada y por el día en un gesto de expresión de lo que significa para ellos la muerte de Pinochet.
Las pantallas de las televisoras locales, que se dividían en dos para mostrar ambas caras de La Moneda, evidenciaron que, precisamente, Chile está dividido en dos por la muerte del ex general golpista.
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