La voluntariedad de los voluntarios
La Verdad, 09-12-2006El 5 de diciembre se celebró como todos los años El Día Internacional de los Voluntarios. Este día supone para todas las organizaciones y para los propios voluntarios una oportunidad y un homenaje. Una oportunidad para trabajar, de forma conjunta, en proyectos y campañas, que promuevan , más y mejor, el desarrollo económico y, a la vez, favorezcan el desarrollo social, tanto a nivel local como nacional e internacional.
Es también un homenaje a la historia de la ayuda humanitaria de los voluntarios, tal y como la conocemos actualmente, porque supone un reconocimiento a todos esos «voluntarios anónimos», auténticos pioneros en dedicar su tiempo, en invertir su hacienda y en entregar, incluso, hasta su propia vida a favor de los demás, sin importarles para nada la raza, el idioma, la religión, la política y la cultura.
El origen de las entidades humanitarias, precursoras de las modernas organizaciones de voluntarios – como el actual «Comité Internacional de la Cruz Roja» – bien podría remontarse, casi de un modo oficial, al s. XIX, cuando un 24 de Junio de 1859 se enfrentaron los ejércitos de Austria y Francia en la batalla de Solferino, la cual provocó más de 40.000 muertos y heridos entre ambos bandos; tras esta carnicería y ante la falta de asistencia médica a los soldados, el joven suizo, Henri Dunant, coordinó y organizó, junto al general Guillaume Dufour, los médicos Theodore Mannoir y Luigi Appia y el abogado Gustave Mognier, a las mujeres del pueblo para ayudar indiscriminadamente a los heridos y moribundos de ambos bandos que yacían abandonados.
Ya entrados en el s. XX, durante la I Guerra Mundial, el empresario norteamericano H. Hoover, con motivo de la hambruna que asoló Bélgica en otoño de 1914, consiguió, de los contendientes, el acuerdo y el permiso para poder hacer llegar alimentos y medicinas a través de la comisión de ayuda que él dirigía. Al terminar el conflicto bélico creó y presidió una organización, la «American Relief Administration», dotada de un amplio programa de ayuda a las consecuencias de la guerra: el hambre, los huérfanos y los prisioneros de guerra, que debían volver a sus hogares.
Entre las organizaciones de ayuda humanitaria, más importantes, que han ido naciendo de la voluntariedad de los voluntarios para paliar las consecuencias sociales, sanitarias, políticas y económicas de los desastres naturales y antrópicos, caben destacar:
Save the Children´s Fund, creada en Inglaterra en 1919 para atender, de manera especial y concreta, a los niños huérfanos.
OXFAM, fundada en Inglaterra por el padre cuáquero, Edith Pye, para paliar la hambruna que vivió Grecia durante la II Guerra Mundial, entre los años 1941 y 1942, provocada por la invasión nazi y el embargo británico al país.
Médicos Sin Fronteras, fundada por Bernard Kouchner como respuesta, en parte, a las dudas y frustraciones que producía «el respeto a las soberanías nacionales», y para mitigar, en lo posible, la terrible hambruna que asoló el norte de Etiopía en 1983 y 1984.
Y por último, hace 40 años Peter Benenson, sensibilizado por el hecho de que dos estudiantes, en el Portugal de Salazar, fueran encarcelados, durante 7 años, por haber «brindado» en un bar por la libertad, creó Amnistía Internacional, para fustigar y hostigar a cualquier gobierno que encarcelara a alguien, solo por sus opiniones políticas o creencias religiosas.
Y así, tantas y tantas organizaciones de ayuda humanitaria, como Cáritas, Ayuda en Acción, Manos Unidas, Unicef, Acción contra el Hambre, SOS, Racismo…, todas ellas, grandes y pequeñas, formadas por miles de colaboradores y anónimos voluntarios, que no se han conformado con pensar y exclamar: ¿Qué barbaridad!, cambiar de canal de televisión, y dar media vuelta para seguir con sus cosas, sino que se han implicado personal, social y políticamente con el sufrimiento del prójimo, y esto les ha llevado a la acción mediante el voluntariado.
Este día pretende servir de estímulo, para que tanto a nivel nacional como internacional, los gobiernos de todo el mundo promuevan un debate y aboguen por el reconocimiento público de la acción del voluntariado y, al mismo tiempo, creen y faciliten la promoción de una red social, en sus diferentes formas y estructuras, encaminada a crear una agenda «con plazo» para reducir la pobreza, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la degradación del medio ambiente, la discriminación de las mujeres y la violencia de género.
También pretende ser un intenso acicate para que, a través del ejemplo de los voluntarios, todos juntos construyamos «un soñado mundo sin guerras, sin hambre, sin enfermedades y sin odios, donde todos los que nos auto llamamos humanos podamos vivir compartiendo y comunicándonos».
«Precisamente por eso, el voluntariado constituye un factor peculiar de la humanización – afirmaba el polaco Juan Pablo II – ya que, gracias a las diversas formas de solidaridad y servicio que promueve y concreta, hace que la sociedad esté más atenta a la dignidad del hombre y a sus múltiples expectativas. A través de la actividad que lleva a cabo, el voluntariado llega a experimentar que el ser humano sólo se realiza plenamente así mismo, si ama y se entrega a los demás».
«Formáis un ejército de paz difundido en todas las partes de la tierra y sois – termina diciendo su Santidad – un signo de esperanza para nuestro tiempo, pues donde surgen situaciones de dificultad y sufrimiento, hacéis fructificar los insospechables recursos de entrega, bondad e incluso heroísmo, que están en el corazón del hombre».
Sirva este artículo, de homenaje reconocido y de justo tributo, a todos y cada uno de esos miles y miles de voluntarios anónimos, que esparcidos por todo el mundo, bajo múltiples siglas y variadas apariencias, dedican su tiempo, hipotecan su hacienda y entregan su vida en favor de los más desprotegidos y necesitados, luchando por un mundo «desglobalizado».
Pedro Manuel Hernández López, es diputado regional del PP, y secretario de la Comisión de Sanidad y Asuntos Sociales en la Asamblea Regional.
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