Grupos de menores atracan a vecinos de Lavapiés mediante la técnica de la asfixia

Estrangulan a las víctimas hasta que se desmayan ? A menudo se encuentran

La Razón, 02-12-2006

Madrid – La reciente detención en el barrio de Chamberí por parte de la
Policía Nacional de un joven delincuente marroquí, que asfixiaba a sus
víctimas hasta que se desmayaban para poder robarles con impunidad, ha
sacado a la luz un modo de actuar que algunos pueden considerar nuevo,
pero no lo es en absoluto. Los vecinos de Lavapiés, sin ir más lejos,
saben que casos similares han venido sucediendo desde principios de año en
su barrio. Queda lejos la época de «la banda del pegamento» y su
delincuencia masiva, pero no es raro que aquí y allá, florezcan los
atracos.
   En estos casos, al menos cuatro en los últimos meses, los
delincuentes – también magrebíes y también jóvenes, menores según todos los
indicios – actúan en grupos de tres o cuatro personas, y sus ataques son
más directos. No abordan a sus víctimas por la espalda, como hacía el
detenido en Chamberí, y les importa poco que los objetivos sean personas
mayores o jóvenes fornidos. Buscan, eso sí, las horas de la madrugada en
las que la víctima difícilmente podrá pedir auxilio.
   Acorralado y estrangulado
   E. es camarero en uno de
los concurridos bares de la zona y ha experimentado en su gaznate esta
modalidad de robo. Caminaba una madrugada desde la calle Torrecilla del
Leal hacia la plaza de Tirso de Molina cuando tres muchachos le cerraron
el paso, lo acorralaron contra la pared y comenzaron a estrangularlo hasta
que perdió el conocimiento. Despertó algún tiempo después, desorientado,
para comprobar que le faltaban la cartera y el reloj. La ronquera le duró
todo el día siguiente.
   M. que no trabaja en el barrio pero
acude a menudo a visitar a sus amigos, tiene una versión más extensa, ya
que no llegó a desvanecerse. «Una noche de sábado del pasado mes regresaba
a altas horas a casa de un amigo, en la calle Lavapiés y vi a cuatro
chavales, esnifando pegamento, no lo había visto nunca en España. Mientras
tocaba el timbre, tres de ellos se acercaron… Estaban completamente
drogados». Uno lo agarró «por la nuez», inmovilizándolo. «Estaba pasado,
los ojos se le salían de las órbitas, pero eso sí, sabía perfectamente
donde apretar». Sin ganas de resistirse, dejó que le registrasen. Se
llevaron apenas un euro. «Desde que viví en Colombia tengo la costumbre de
guardar el dinero y las tarjetas en el paquete de tabaco, así que no lo
advirtieron. Podría haberme resistido, porque eran chiquillos, pero tenía
miedo de que alguno pudiese llevar una navaja». Una vez consumado el robo,
«se fueron, pero no se alejaron más de unos metros, no fue una huida. Se
quedaron allí, esnifando pegamento de la bolsa». M. discrepa de la versión
generalizada de que se trata de chavales marroquíes, y afirma que los que
le asaltaron eran rumanos. «Los vi al día siguiente viendo un partido de
futbol desde fuera de un bar, y era la otra cara de la moneda, disfrutaban
como simples niños». No llegó a denunciar el asalto porque , como explica,
«no creo que eso les vaya a ayudar. Son chavales cuyos padres
probablemente trabajen muy duramente y no tengan tiempo de cuidarlos. No
creo que llamar a la Policía sea la solución en un caso así». Apunta,
además, que de ningún modo quiere transmitir un mensaje racista. «Estos
chavales pueden ser extranjeros, pero los que les venden las drogas, al
menos en mi barrio, son españoles». Y es que M. vive cerca de la plaza de
Luna, otra zona conflictiva, y sabe de lo que habla. «Han arreglado la
plaza de Luna, vale, pero quizá fuese más útil poner diez policías más en
la zona centro».
   Episodios similares a los relatados se
producen cada cierto tiempo en la zona, cometidos en todos los casos por
grupos de jóvenes, aunque se ignora si se trata siempre de la misma
pandilla o son varios los grupos que operan de este modo. En una de las
ocasiones, la víctima fue un hostelero de una conocida taberna de la zona,
al que los jóvenes abordaron cuando cerraba su establecimiento. En otra,
un vecino que pasó por el lugar equivocado a la hora errónea del día.
   

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