«Somos profesores, no agentes de la autoridad ni policías»
Diario Vasco, 02-12-2006SAN SEBASTIÁN. DV. Es un profesor ‘quemado’. Dícese del profesional que ha intentado dar lo mejor de sí mismo y no lo ha logrado. Vicente Carrión (San Sebastián, 1957) enseña en el Instituto de Enseñanza Secundaria Francisco de Vitoria, en Gasteiz, un centro «difícil», con un 75% de alumnos emigrantes y modelo ‘A’, de enseñanza en castellano. Lleva 20 años en la enseñanza y las cosas empezaron a ir mal hace cinco, cuando dejó su plaza de profesor de filosofía por falta de capacitación lingüística en euskera. Vino el cambio de centros y hoy, profesor de humanidades y de diversificación curricular, está en plena crisis profesional.
– ¿Ha perdido las ganas de seguir siendo profesor?
– Estoy pensando en salidas, tanto dentro como fuera. Mi desesperación llega a tal extremo que si pudiera dejar la enseñanza de un modo digno, me lo pensaría.
– ¿Quedan aún salidas para usted en su actual trabajo?
– Supongo que las seguiré encontrando. Desde hace años, con mis artículos en los periódicos, estoy tratando de llamar la atención sobre los problemas de los profesores. Dentro de la Administración y de la consejería de Educación del Gobierno Vasco no se nos apoya a quienes estamos intentando sugerir cosas.
– ¿Cómo devolver el prestigio y la autoridad al profesor?
– Es muy diferente lo que ocurre en los centros públicos y en los concertados. La dirección en los centros públicos de secundaria está siendo forzosa. En muchos centros nadie quiere ser director. La Inspección fuerza a que los más antiguos ocupen el cargo, una tarea muy pesada y poco profesional. Hoy la gestión de los centros es administrativamente muy compleja y absorbe al equipo directivo. Llevamos tiempo pidiendo que haya gerentes para que la dirección se dedique a cuestiones educativas y pedagógicas.
– Y hoy los equipos directivos en centros como el suyo no se ocupan de tareas pedagógicas…
– Cuando un profesor se siente sobrepasado y saca a un chaval de clase, lo manda al jefe de estudios. Pero la jefatura de estudios se ocupa en todas partes muy poco de los estudios debido a las tareas administrativas. No tienen tiempo, energía ni posibilidad material de dar atención específica a los chavales que plantean problemas.
– ¿Cómo empiezan los problemas de autoridad?
– Cuando hay chavales en el aula que te están dificultando que atiendas a la mayoría y necesitan una atención distinta. Aunque no hay que hacer alarmismo. Los chavales difíciles son minoría.
– Pueden boicotear una clase…
– Y destrozar anímicamente al profesor, porque se establece un desafío. Es como cuando estás con niños. Te ponen a prueba. Y hoy los modos son crecientemente insolentes. Es habitual que un chaval le diga al otro: ‘Le voy a decir a tu hermana que me la chupe’. Son barbaridades que ya casi nos resbalan.
– Suenan fatal.
– Entre chavales de 14, 15 y 16 años, de extractos sociales bajos, problemáticos o emigrantes, ocurre. Y lo malo es cuando se lo dicen a un profesor o a una profesora. Para los desafíos que te plantea esa minoría necesitas algún recurso. Y el criterio es que no se expulse a nadie del aula salvo situación límite. Porque no hay nada organizado para atenderle.
– Así se ‘quema’ un profesor…
– El año pasado formé parte de la comisión de convivencia, organismo que existe en todos los centros y estudia qué hacer con los alumnos que han acumulado faltas graves o muy graves. Y lo único que se hace es expulsar temporalmente al alumno. Se empieza a introducir la idea de servicios a la comunidad. Por ejemplo, si alguien ha estropeado una puerta, que la pinte o la arregle. Nos quejamos de que no podemos expulsar a la gente. ¿Como si eso arreglara algo! ¿Qué pasa con un chaval rumano que vive en una furgoneta o amontonado en una casa? Le expulsas y estará en el centro comercial más próximo pensando qué pifia hace. A veces es comprensible la expulsión, pero falta profesorado y recursos para otras alternativas. Y eso que las dotaciones han aumentado en centros como el nuestro.
– Con más ayudas, ¿qué hacer?
– Reservar tu energía para llevar adelante una tutoría con más proximidad personal. Que el chaval sepa que hay alguien que se ocupa de él. Una relación de tú a tú. Conocer su casa. Saber cómo vive.
– En su artículo decía que el profesor deambula por los pasillos sin acercarse a los alumnos.
– Los chavales piden límites, pero cada vez son más difíciles de poner. Si les dices: ‘Para quieto’, te buscas un lío. Si a uno le coges del brazo y le llevas a jefatura es una agresión. Antes si un profesor le decía ‘vamos donde el director’, se preocupaba un poco. Pero hoy, en vez de reñirle al alumno, te amonestan a tí, porque tienes que tranquilizarte, no alterarte, tener cuidado con los modales. Y es cierto que necesitamos mucha contención. Pero si te metes en líos, lo que es sólo cumplir con tu responsabilidad, vas a encontrar muy poco apoyo. Marcar un límite no reporta ninguna ventaja.
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