Los expertos afirman que la conflictividad juvenil crece en las discos latinas

La Vanguardia, 23-11-2006

PALOMA ARENÓS – MOLLET DEL VALLÈS
La violencia juvenil en las zonas de ocio, especialmente en bares y discotecas de la periferia de las grandes ciudades catalanas, se ha reducido en la última década. Pero un nuevo fenómeno está despertando. Los expertos advierten de que en los “últimos cinco años se está produciendo un aumento de conflictos y peleas alrededor de las macrodiscotecas latinas y de salsa” debido a que muchos de estos locales “no cuentan con porteros bien preparados en la resolución de conflictos”.

Los problemas ocurren en el acceso o la salida de las salas musicales que no suelen estar bien insonorizadas y “molestan al vecindario y los clientes – la mayoría de origen latino- siguen unas pautas de consumo de alcohol mucho más elevadas que los autóctonos”. Los dueños de este tipo de locales “tampoco suelen avisar a la policía cuando se produce algún altercado por miedo a una inspección y que no lo tengan todo en orden”. Así de claro lo dijo ayer la investigadora de la Escola de Policia de Catalunya, Anabel Rodríguez, quien junto a la coordinadora del Observatori de Nous Consums de Drogues en l´Àmbit Juvenil del Instituto Genus, Mila Barruti, presentó los resultados de un estudio de campo sobre la violencia juvenil en las discotecas del área metropolitana – en concreto en la zona entre Cornellà y l´Hospitalet-.

El documento se dio a conocer durante el seminario internacional La violencia entre jóvenes en espacios de fiesta, organizada por la Escola de Policia de Catalunya y que contó con el apoyo de cinco investigadores en violencia juvenil de Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Portugal e Italia y el respaldo de la UE en el marco del programa Daphne II.

Las conclusiones de cómo se conjuga la fórmula noche-jóvenes-fiesta son similares en todos estos países europeos: la oferta de ocio nocturna acaba bien entrada la mañana con la aparición de los afters-hours y con las raves de los movimientos más alternativos. “Los que aguantan hasta más tarde suelen consumir bastante alcohol, algún estupefaciente o droga”, apuntó Barruti.

Anabel Rodríguez hizo hincapié en que en macrodiscotecas como las de Cornellà “hubo conflictos con los vecinos por el ruido, la suciedad, el tráfico y las peleas en los años noventa porque se juntaban unas 5.000 personas a la misma hora que cerraban las discotecas y, además, se permitía la entrada a jóvenes vinculados a movimientos violentos”. La experta apuntó que, ahora, “gracias a que los empresarios empezaron a ser más estrictos y a que se aprobó una normativa en el 2004 de controladores de acceso a las salas que no permite que trabajen personas con antecedentes policiales, la percepción de violencia se ha reducido de manera evidente”. La investigadora alertó de un problema potencial: cada vez son más los empresarios que “para evitarse altercados prohíben la entrada a menores de 18 años. Si no tienen un sitio adonde ir de fiesta, ¿qué pasará con ellos?”, preguntó.

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