La polémica sobre el 'burka' caldea las elecciones holandesas
El Mundo, 19-11-2006Por primera vez en cuatro años, la inmigración se convierte en asunto de debate en unos comicios que el primer ministro conservador espera ganar El próximo miércoles, los electores holandeses, por primera vez en cuatro años y medio, estaban dispuestos a volver a la política del aburrimiento (o «del consenso», con pocas diferencias entre los partidos) y entregarse a su anodino Harry Potter, el apodo del primer ministro, Jan Peter Balkenende. Pero el anuncio el viernes del plan gubernamental para prohibir el burka en los lugares públicos de todo el país ha recordado el debate más turbulento y recurrente del último lustro.
En la campaña de las elecciones generales, la inmigración apenas había sido tema de discusión, ya que el líder democristiano, Balkenende, quien, según las encuestas, formará otra vez Gobierno, y su principal opositor, el laborista Wouter Bos, tienen posiciones muy similares sobre los límites a la entrada de extranjeros y su deber de integración.
De hecho, la práctica totalidad de las críticas contra el veto del burka y otros velos que cubran la cara en colegios, ministerios o autobuses ha venido de líderes musulmanes. Bos, en cambio, estaba ayer más concentrado en las acusaciones de tortura contra soldados holandeses en Irak (las tropas se retiraron el año pasado por la presión de la opinión pública) que en el debate sobre el burka.
Comentaristas y encuestadores pronostican que los holandeses están dispuestos a olvidar las elecciones de mayo de 2002, cuando el arrollador Pim Fortuyn, un liberal, activista gay y agresivo crítico del islam, fue asesinado por un ecologista nueve días antes del miércoles electoral. La cumbre de la obsesión con la integración y la amenaza islámica se vivió en 2004 por el asesinato, a manos de un marroquí, del cineasta Theo van Gogh. Tras la muerte del autor – con la diputada somalí Ayaan Hirsi Ali – de un filme sobre el maltrato de las mujeres en el islam, todos los partidos endurecieron su postura contra los inmigrantes. Pese a la moderación progresiva y el cansancio de los electores, la inmigración también precipitó la caída del actual Gobierno de Balkenende en junio, cuando su coalición de centroderecha perdió al partido de izquierdas D66 por la expulsión de Hirsi Ali.
La diputada del VVD, el partido liberal en el Gobierno, confesó en una entrevista haber mentido en un formulario a su llegada a Holanda en 1992, y la ministra de Integración y colega de partido, Rita Verdonk, le quitó el escaño y el pasaporte. Aunque la ministra rectificó, Hirsi Ali se marchó a EEUU y el minúsculo D66 retiró su apoyo a Balkenende, con quien tampoco estaba de acuerdo en el envío de tropas a Afganistán.
Aún así, la inmigración ha bajado puntos entre las prioridades de los holandeses. La recuperación de la economía ha sido la principal baza de Balkenende, y Bos ha preferido hablar de la reforma de las pensiones y de los impuestos antes que de la inmigración. Sin embargo, los conflictos con el millón de musulmanes, la mayoría marroquíes y turcos, que viven en Holanda, siguen sin resolverse.
«La inmigración ha estado ausente de esta campaña, pero el tema de la integración no», explica a este diario Philip van Praag, profesor de la Universidad de Amsterdam, «Bos ha advertido contra un posible estallido a la francesa en algunos barrios, como Amsterdam Oeste, donde vivía el asesino de Van Gogh… Los sucesores de Fortuyn también han utilizado el peligro de islamización de Holanda, con cierto éxito».
Aunque el anuncio de la prohibición del burka parece electoralista, el Parlamento llevaba meses pidiendo explicaciones a Verdonk por su pasividad después de que el hemiciclo diera el visto bueno a la idea hace casi un año. La ministra se justificaba con que el Gobierno esperaba un informe de juristas y líderes religiosos, pero ella siempre ha defendido el veto. «En este país, debemos poder vernos la cara. La ley es una cuestión de seguridad», insiste.
Bos se ha distanciado de esta idea y, además, propone legalizar a 35.000 inmigrantes a quienes se ha denegado el asilo. Ahora bien, las críticas más claras provienen casi exclusivamente de la comunidad musulmana. «Van a necesitar un argumento mejor que la seguridad. Esto es una violación de la libertad de religión», decía ayer el líder de las mezquitas marroquíes en Holanda, Ahmed Markuch, que prevé una reacción de los musulmanes contra la ley «porque viene de Verdonk, no porque estén a favor del burka». La ministra, amenazada de muerte, tampoco esconde sus antipatías. El año pasado, tras cancelar una reunión con líderes islámicos que se negaban a estrecharle la mano (por ser mujer), Verdonk comentó: «Los tiempos en los que se bebía un té tranquilo con los grupos musulmanes se han acabado».
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