A lo largo de noviembre Tolosa ha estado en candelero, en las primeras páginas de los medios de comunicación. Me he sentido tocado y afectado porque no es un problema de unos o de algunos, sino es un problema de todos. Sé que el asunto es complicado. No niego que no haya inmigrantes conflictivos, como tampoco que no haya autóctonos que causan problemas. La conflictividad no es un tema de procedencia.

En Tolosa se encuentra ubicado un centro de acogida de menores inmigrantes, que necesitarán de una mayor pedagogía cultural y multicultural y de reinserción social. No lo puedo valorar en su totalidad. Creo que es meritorio el trabajo que se está haciendo y pienso que será preciso el ir mejorando los recursos disponibles y apoyar al personal más involucrado en el trabajo con los menores.

Sin lugar a dudas la gente de Tolosa estamos preocupados por las consecuencias negativas que todo esto ha traído y podrá traer y por las actitudes incívicas que se pueden deducir de algunos menores. Entiendo que la atención a los menores se está canalizando y enmarcando en un proceso educativo más ajustado. Creo que este es el mejor camino para buscar una solución. Creo que el alcalde ha estado en el buen camino, señalando el peligro, marcando alternativas para marcar un rumbo de salida.

El problema de fondo es mayor; pero, en realidad, estamos hablando de una tirita tratando de detener una gran hemorragia, ya que el hambre, la pobreza y la deuda externa, y tantas otras lacras sociales que hunden sus raíces en la injusticia, continúan pese a los esfuerzos ingentes de personas e instituciones como Bienestar Social, Cáritas, Manos Unidas, etc.

Simplemente estoy manifestando mi pesar porque en este mundo, tan injustamente repartido, la desgracia ajena se convierte en lavado de imagen, en una limpieza de la conciencia que a veces lo único que hace es entorpecer más el desarrollo de los pueblos en la medida en que estamos jugando con la dignidad de las personas.