Carlos Lugo Sosvilla
¿Canarias sin fronteras? (I)
El Día, 15-11-2006COMO NO SE PUEDE concebir un Estado soberano tan paniaguado que no proteja sus fronteras, y la de Canarias se encuentra abierta a todas las tempestades, con un presidente de Gobierno más ocupado en la recepción que preocupado en la contención, alguna razón debe de existir. No basta la política de apaciguamiento del mundo árabe y musulmán, ni la “Alianza de Civilizaciones”, utopía que pretende comulgar la una con “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano”, con la otra que de la inmolación por Alá hace virtud. A éstas, cuando el problema acucia, ese presidente prosigue sus vacaciones en el Palacio de Verano de Lanzarote (el de Invierno de los zares radicaba en San Petersburgo), obsequio del rey musulmán de Jordania al católico de España, venido en disfrute por un socialista obrero español.
Cavilando sobre el problema irresuelto, pues cuantas más promesas de resolverlo, más pateras y cayucos nos llegan, la desgracia es que muchos navegantes dejan sus restos en el mar tenebroso, que poco importan, a los que detrás vienen pisando. Los fenómenos naturales como la calima y los cigarrones venidos de África son inevitables, pero los humanos pueden resolverse, a no ser que medien poderosas razones que lo justifiquen, porque alegremente no se deja la puerta abierta de una casa para que la allane cualquier viandante de paso.
No cabe duda de que, históricamente, desde la Península, en Canarias por algunos llamada España, y Al-Andalus para los mahometanos, al Archipiélago se le consideró como una posesión africana, y para distintos autores una de las tres que conserva España, habiendo obtenido las que fueran plazas de soberanía y ahora autonomías de Ceuta y Melilla, una protección que quisiera Canarias. Se las ha rodeado de infranqueables valles con centinelas, diurnos y nocturnos, y han sido tan efectivas que ha dejado de ser noticia las avalanchas de moros invasores, porque lo de moros no es nada peyorativo, sino así llamados los habitantes del Norte de África o a los musulmanes de Al-Andalus. Mientras Canarias, ancha como Castilla en el mar, espera barcos y aviones prestados para que otros quiten las castañas del fuego, y entre tanto las puertas y ventanas de la casa canaria no hay Dios que las cierre. ¿Es que puede concebirse que Canarias pueda servir de moneda de cambio para conservar la españolidad de Ceuta y Melilla, o para descargarlas de la presión inmigratoria africana? El sólo pensarlo resulta escalofriante, pero un dato debiera inquietar: mientras las plazas de soberanía tienen porcentaje de africanos del 3,40 y 4,92%, en Canarias, todavía sólo alcanza el 1,21%.
Cuando antes se ha dicho mundo árabe y musulmán debe significarse que son conceptos distintos pero no distantes: árabe es natural de Arabia y su extendida geografía arabizada; musulmán es el creyente y practicante de la religión del Islam, conjunto de países en los que la religión fundada por Mahoma es la predominante, hoy abarcando preferentemente Asia y en menor medida África y la Europa balcánica, calculándose que hay en el mundo más de 1.350.000.000 de musulmanes, unos radicales en cuarto creciente exponencial que condenan a muerte a Salman Rushdie por “Los versos satánicos”, y ahora se dice por Internet que también a Gustavo de Arístegui por “La Yihad en España”, y otros moderados que mejor se inclinan por la “conquista silenciosa” a medio de la estratégica penetración inmigratoria.
Llegado a este momento álgido, en que aparenta que un Gobierno se desentiende de un territorio insularizado de soberanía nacional y de mayor lejanía geográfica, deja de ser problema de gobierno para convertirse en otro de Estado, por lo que tendría que ser el Rey el que tome la palabra. Como permanece callado luego de dos audiencias con el presidente del Gobierno autónomo, alguna otra razón que se ignore debe de existir, y tal pudiera ser la dubitada delimitación del mar de Canarias y por ende su frontera. De la lectura del libro de Victoriano Ríos con la titulada pregunta: ¿archipiélago o isla?, queda claro que sea lo primero, y nunca pretendida región, pero nada concreta de quien sea el Archipiélago Atlántico: ¿De España, de Europa como región ultraperiférica, o de Marruecos? Y menos dónde poner las puertas en el mar de Canarias. Así que la Yihad las tome como camino para llegar al Al-Andalus sin tener que cruzar Gibraltar, como lo hiciera Tarik con siete mil berberiscos cantidad y raza iguales a las ya quedadas en Canarias en lo que va de año derrotando a don Rodrigo en Guadalete y convirtiendo la catedral de Toledo que miraba a Roma en mezquita mirando a La Meca.
Tenemos que admitir que las imágenes poéticas de Tomás Morales ¡Atlántico sonoro! ¡Mar azul de mi Patria, mar de ensueño. / Mar de mi infancia y juventud… Mar mío! son puro ensueño, al verse que Canarias no tiene mar. Lo que por igual declama Victoriano Ríos: “…el mar de nuestras vivencias íntimas, el del devenir histórico, el que abarcamos con nuestra mirada desde casi cualquier punto de cada isla, el que nos consuela y nos acompaña. No imaginamos que ese, nuestro mar, no pudiera ser nuestro”. Y ciertamente no lo es, y a la prueba de que se transite por libre me remito.
(Puede haber caducado)