«Vio cómo se ahogaban y huyó»

ABC, 10-11-2006

POR CARMEN ECHARRI

CEUTA. «El agua nos llegaba al cuello, nos la hemos visto muy mal para poder salir bien parados», decía ayer uno de los agentes de la Guardia Civil después de intervenir en el dramático rescate de once inmigrantes, que fueron abandonados a 50 metros de la costa de la playa del Sarchal, uno de los puntos más utilizados en Ceuta para los desembarcos de ilegales.

Los agentes tuvieron que lanzarse al agua para poder rescatar a las víctimas, siete subsaharianos y el resto asiáticos, que, a duras penas, podían mantenerse a flote, dado que casi ninguno sabía nadar. El fuerte oleaje no hizo sino complicar el ya de por sí peligroso salvamento, hasta el punto que los guardias civiles temieron por sus vidas. «No podíamos avanzar, ha sido muy complicado», añadía otro agente.

La situación que se vivió en los acantilados fue dramática. Los inmigrantes, auxiliados, quedaron recostados en tierra, exhaustos, con las miradas perdidas y sin fuerza. Un subsahariano, con un crucifijo blanco al cuello, clamaba a Dios por sus vidas. Los asiáticos, cabizbajos, rezaban por la vida de uno de sus compañeros mientras miembros del 061 intentaban salvar al componente de la expedición que llegó peor hasta la playa, un subsahariano al que realizaron continuos masajes cardiacos para recuperarlo. «Parece que va a salir adelante, aunque está muy mal», replicaba un policía local desplazado a la zona en apoyo de la Benemérita.

La rabia casi podía olerse. Iba dirigida contra el patrón que huyó dejando a merced de las aguas a sus indefensos pasajeros. «¿Cómo pueden hacer esto?, los ha dejado para que se ahogaran. Ya lo pillaremos, tarde o temprano caerá».

Pero en ese momento lo que tocaba era seguir auxiliando a los inmigrantes, empapados y atemorizados, mientras los acantilados del Sarchal se convertían en una zona acordonada por Policía ante la gran cantidad de vecinos reunidos por la curiosidad y los funcionarios del Servicio Marítimo perseguían al desalmado. Una persecución que resultó infructuosa ya que el sujeto, posiblemente un joven de Castillejos – localidad situada en las cercanías de la frontera del Tarajal – ya se había adentrado en aguas marroquíes.

En la playa continuaban las prácticas de reanimación para el inmigrante que llegó en estado más crítico, mientras el resto eran atendidos a pocos metros. Este inmigrante, junto con dos más que presentaban casos de hipotermia, fueron trasladados al hospital civil. En la sala de urgencias uno de ellos, el más grave, volvía a entrar en parada cardiorrespiratoria y desde ahí, tras reanimarlo, ingresaba en la UCI, en estado crítico.

Sus compañeros fueron trasladados en una furgoneta de la Policía Nacional a la comisaría para tomar su filiación, al tiempo que se buscaban huecos imposibles en el centro de estancia temporal de Ceuta, donde ya hay más de 700 personas acogidas.

El dramatismo que ha rodeado esta intervención recuerda, en mayor grado, al vivido con la última patera interceptada en la ciudad autónoma el pasado 8 de octubre. Entonces, un grupo de subsaharianos también fue abandonado cerca de la costa del Monte Hacho; tuvieron que ser auxiliados por agentes de la Guardia Civil y paseantes de la zona que llegaron a hacer una cadena humana para rescatarlos.

No es nuevo, pero sí más frecuente. Los patrones de las pateras sólo piensan en garantizarse la huida sin importarles lo más mínimo que los clandestinos no sepan nadar casi nunca. En ocasiones los abandonan dejándolos en rocas cercanas o, sin pudor alguno, arrojándolos en pleno mar.

Los escasos datos de que dispone la Guardia Civil sobre el patrón han sido comunicados ya a la Policía marroquí en aras a conseguir la detención del joven. «Los pasadores saben perfectamente que los inmigrantes no saben nadar, pero a pesar de ello los lanzan al agua y los abandonan después de haberles cobrado por el pase. Les da igual que pierdan la vida, el patrón que introdujo a esta gente vio cómo se estaban ahogando y huyó; así actúan las organizaciones», señalan fuentes de la Benemérita.

La zona elegida para el desembarco está plagada de acantilados y es uno de los «puntos negros» escogida por la mafias para abandonar inmigrantes. Suelen contar con apoyo de ceutíes que, desde tierra, les avisan de la presencia de las Fuerzas de Seguridad.

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