Un conjunto de factores siguen contribuyendo a extender y adoptar actitudes discriminatorias en nuestra sociedad argentina. La persistencia de un alto nivel de pobreza y de desocupación a veces provoca una reacción de rechazo hacia los extranjeros que buscan un puesto de trabajo. Este sentimiento originado en privaciones y competencias, pero sobre todo en la ignorancia y en la intolerancia, carece de fundamento y olvida la contribución de los inmigrantes a la edificación de nuestro país. Inmigrantes de países vecinos, como bolivianos y paraguayos, son destinatarios de insultos y de rechazos. En el fútbol, recientemente se presenciaron actos de desprecio hacia los partidarios de un club chileno.

Los miembros de las colectividades coreana y china también suelen soportar actitudes hostiles. A su vez, el antisemitismo sigue estando presente en nuestra sociedad, al igual que la discriminación por razones de género. Como se está incrementando el ingreso de personas procedentes de África, se advierten formas de violencia sobre estos inmigrantes. Se estima que en los últimos años, y como consecuencia de las políticas más restrictivas y expulsivas que se aplican en la mayoría de los países europeos, ingresa a Argentina un africano por día. De este modo, habría entre cinco y diez mil africanos en el país, muchos de los cuales son víctimas de formas de violencia simbólica por el color de su piel. La xenofobia y la discriminación, el racismo y el antisemitismo son manifestaciones de barbarie. Remover prejuicios y construir un clima cultural hospitalario, sin intolerancia y sin prácticas de negación, exclusión y sometimiento, deben ser tareas más firmemente promovidas por las instituciones.

Buenos Aires, 6/XI/2006