Editorial

Un problema de todos

Diario Vasco, 05-11-2006

La situación conflictiva que vive Tolosa, derivada de la presencia de menores inmigrantes acogidos en el centro del municipio guipuzcoano, algunos de los cuales están relacionados con diversas actuaciones presuntamente delictivas, es la expresión de un problema que, lejos de ser coyuntural, abarca un complejo catálogo de situaciones cuyo denominador común tiene que ver con algo que genéricamente se conoce como violencia juvenil.

El conflicto suscitado en Tolosa asoma a la superficie de un problema de dimensión mucho más profunda e innegable. En ese sentido, que los menores residentes en Tolosa, involucrados en diversas actuaciones presuntamente delictivas, sean inmigrantes o no, tiene una trascendencia poco significativa, porque no es la condición de inmigrante o autóctono la que subyace tras la mayor o menor conflictividad de unos menores, sino sobre todo la exclusión social y el desarraigo emocional, social y familiar que pueden padecer. En cada caso siempre existe una singularidad característica. En el que vive en estos momentos Tolosa, es posible que la existencia de más inmigrantes conflictivos en este municipio esté íntimamente relacionada con la presencia de más menores desarraigados extranjeros que autóctonos, pero no es la procedencia exterior la que explica el grado de conflictividad existente.

La sociedad tiene el deber moral y la responsabilidad colectiva de preocuparse y ocuparse en este cso de los menores inmigrantes que se encuentran solos, sin amparo familiar y sin la posibilidad de integrarse socialmente mediante el desempeño de una actividad profesional. En estas condiciones, el conjunto de la sociedad se encuentra ante un problema, sobre todo de humanidad, y el primer paso para afrontarlo con voluntad de contribuir a su remedio obliga a tomar conciencia individual y colectiva de su existencia y dimensión. La alternativa de internamiento en un centro específico o piso de acogida constituye un elemento esencial para tratar de educar o reeducar a estos menores, profundamente condicionados por su fuerte desarraigo social. Sin embargo, resulta indispensable desarrollar esta tarea tratando de explorar todas las opciones posibles de reinserción social. Para ello se requiere combinar un régimen de internamiento abierto y no estrictamente carcelario con una máxima exigencia a los menores de respeto a un código de conducta alejado de cualquier tentación delictiva dentro de su vida en convivencia y libertad en las calles. La ciudadanía debe esforzarse por acompañar esta situación con un espíritu generoso y constructivo, porque la contribución para lograr la inserción de estos menores en el seno de la sociedad, además de constituir un deber ético y humano, representa también una valiosa inversión de futuro en unas personas que algún día podrán estar en mejores condiciones de aportar su esfuerzo al bien común.

Es posible que el régimen de internamiento que ampara en Gipuzkoa a un buen número de menores, muchos de ellos inmigrantes, no constituya la mejor solución imaginable posible, pero hoy por hoy tampoco se adivina que pueda tener una alternativa preferible, sobre todo si ésta se reduce a que los menores tenga que tratar de sobrevivir en la calle. Los diferentes centros o pisos de acogida repartidos por el territorio guipuzcoano, cuya gestión corresponde competencialmente a la Diputación Foral de Gipuzkoa, están desarrollando una tarea meritoria que la sociedad en su conjunto debe estar en condiciones de valorar y apreciar. Profundizar en este esfuerzo debe constituir un objetivo irrenunciable y para conseguirlo será preciso seguir mejorando los recursos disponibles y el apoyo a las personas más directamente involucradas en la atención a los menores. En este ámbito de actuación cualquier inversión siempre tendrá garantizado un valioso retorno en forma de beneficio para toda la sociedad y ése es necesariamente el camino a seguir.

El conocimiento de la situación conflictiva que vive Tolosa, cuando así es percibida por sus propios habitantes, debe servir en todo caso para que el conjunto de la sociedad guipuzcoana adquiera conciencia colectiva de un problema que le concierne muy directamente y sobre el que no puede sentirse al margen. Los habitantes de Tolosa están comprensiblemente preocupados y afectados por las consecuencias negativas que se deducen de la actitud incívica de algunos menores, que todavía no han llegado a interiorizar que la misma sociedad a la que ahora mismo inquietan con su actitud reprobable, es la que más dispuesta estaría a acogerles sin reparo alguno si acreditaran un comportamiento distinto. Tolosa es ahora mismo la expresión de un problema, pero tiene también la oportunidad de convertirse en solución a imitar. Ése y no otro debería ser el objetivo de las diferentes instituciones concernidas por la gestión de esta situación y del conjunto de los habitantes de Tolosa, porque la dificultad que ahora aqueja a los ciudadanos de la antigua capital foral no es sustancialmente distinta de la que en cualquier momento puede desencadenarse en cualquier otro lugar del territorio guipuzcoano. Estamos ante un problema de dimensión social que sólo la sociedad en su conjunto está en condiciones de contribuir a que avance rumbo a su solución.

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