Un acuerdo sobre inmigración que destila resquemor hacia Europa

El Mundo, 06-11-2006

MARISA CRUZ. Enviada especial

Las importantes ausencias en Montevideo revelan el fracaso de la Cumbre Iberoamericana y el declive del Mercosur La XVI Cumbre Iberoamericana se cerró ayer en Montevideo con la aprobación de un plan de acción con el que se pretende regular los flujos migratorios cada vez más importantes desde Latinoamérica hacia Europa y especialmente hacia España.


El compromiso de los Veintidós no ha sido fácil de conseguir. Al final el texto es reiterativo y peca de voluntarismo. No hay ninguna receta nueva y entre líneas se aprecia, de un lado, la poderosa mano de España en su deseo de frenar y regular y, de otro, el deseo de las naciones más pobres por asegurarse ayudas cuantiosas al desarrollo, tratos preferentes para las importantes remesas que envían sus emigrantes y un creciente resquemor ante las restrictivas políticas de los países ricos.


España impuso sus tesis en casi todos los puntos del compromiso que giran en torno al reconocimiento por parte de todos los países de que la emigración debe ser «ordenada» y «regulada». El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se empeñó especialmente en este compromiso desplegando su teoría de que la clandestinidad «condena» a quienes emigran a una vida marginal sin derechos. Por ello, en su opinión, el «principal acuerdo» alcanzado en esta Cumbre es la aceptación de que la «legalidad» es la «única vía».


En el llamado compromiso de Montevideo se acuerda esencialmente promover la firma de acuerdos bilaterales y regionales que coadyuven a lograr una gestión ordenada de los flujos migratorios, a fin de «asegurar la integración social del migrante en el país de destino». También se apuesta por dar prioridad a las diversas formas de «migración laboral temporal» y se recalca la necesidad de «favorecer el retorno».


Por parte de los países emisores, se hizo un esfuerzo, encabezado por Bolivia, para intentar que se diera a la emigración el reconocimiento de derecho humano. No fue posible. A cambio, el acuerdo incluye numerosas referencias a la obligación de respetar plenamente los derechos de las personas que emigran, así como el compromiso de proporcionarles, sea cual sea su condición – legal o ilegal – un trato digno y solidario. Igualmente, los países receptores de inmigrantes aceptan facilitar y abaratar los costes de los envíos de remesas.


Al margen de los acuerdos y las declaraciones alcanzados, la reunión de Montevideo ha servido para evidenciar el fracaso del sistema de cumbres iberoamericanas. Ningún líder de los presentes quiso admitirlo, pero las cada vez más importantes ausencias – en este caso han fallado por los más diversos motivos hasta ocho presidentes – demuestran que el interés político por este tipo de eventos decae inevitablemente.


El secretario general Iberoamericano, Enrique iglesias, llegó a admitir que quizá sería necesario replantearse la fórmula de la reunión anual al más alto nivel y Zapatero casi desdeñó por absurda la comparación entre las Cumbres de la Unión Europea, a las que nunca falta ni uno sólo de los jefes de Gobierno, y las Iberoamericanas.


Además, en esta ocasión, las ausencias han puesto de manifiesto un problema añadido: el declive imparable del Mercosur. El acuerdo de unión entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay y el nuevo adherido, Venezuela, está moribundo. Buenos Aires y Montevideo están gravemente enfrentados por el conflicto de las papeleras; Brasilia ha despreciado la Cumbre y el presidente Lula da Silva ha preferido fotografiarse en la playa en lugar de asistir a una reunión que fue cambiada de fecha exclusivamente para favorecerle.


Por otro lado, el mandatario venezolano, Hugo Chávez, decidió en el último minuto excusar su presencia pese a que en Uruguay se le habían previsto todos los honores e incluso se realizó una sesión especial nocturna de la Asamblea para ratificar su adhesión a Mercosur.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)