Bebés con pasaporte

Según el dicho, los niños traen un pan al nacer. Éstos, un permiso de residencia. Un centro de acogida de la capital desarrolla un proyecto para facilitar la inserción laboral de madres extranjeras que viven solas

Diario Sur, 05-11-2006

PAOLA no para. Corretea por el patio, sonríe ajena a lo que se cuece a su alrededor, se suelta las coletas de colores que su madre, Happy, se afana en rehacer meticulosamente… A sus once meses, es la mayor de los seis bebés que viven en el centro de acogida que el Comité de Ayuda al Refugiado de Málaga regenta en la calle Ollerías. Y lo demuestra con una vitalidad desbordante.

La niña nació en Ceuta y, por tanto, tiene la nacionalidad española, lo que ha hecho posible que su madre permanezca de forma regular en el país, pese a haber entrado de forma clandestina. Pero, más allá de cuestiones legales, la historia de ambas es un ejemplo de supervivencia.

La muerte del padre sumió a la familia en la pobreza más absoluta y empuja a Happy Ossas, nigeriana de 25 años, y a su marido a la emigración. Iniciaron el camino hace tres años y cuando se le pregunta por las condiciones de viaje, se limita a contestar, en inglés: «Comía y bebía lo que encontrábamos por el camino».

Ella cruzó a nado la estrecha franja de costa que separa Marruecos de Ceuta. Estaba embarazada de ocho meses. Pero su pareja se quedó en Marruecos, y allí permanece, escondido en las montañas, a la espera de su oportunidad.

Inmigrantes vulnerables

Happy es una de las seis integrantes del programa de Inmigrantes Vulnerables, que ha puesto en marcha el Comité de Ayuda al Refugiado (CEAR) de Málaga. Se trata en todos los casos de chicas jóvenes – entre 20 y 28 años – de origen nigeriano y con hijos de corta edad, explica Esther Moreno, coordinadora de esta iniciativa. Sus parejas están en la frontera y no les permiten la entrada en territorio español.

Casi todas tienen historias paralelas, que reflejan la dureza del camino de la inmigración africana. «Se separaron en Tánger, cuando ya estaban embarazadas de pocos meses, e ingresaron en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta».

De allí, fueron trasladadas al centro de acogida temporal del Comité en Málaga, por razones humanitarias. «Somos uno de los pocos que tiene experiencia en la integración de mujeres inmigrantes con hijos de corta edad», añade la cooperante malagueña.

El largo camino

Los bebés han nacido en Ceuta y tienen entre cinco y once meses de edad. De manera que el resto de miembros de la residencia de la calle Ollerías ya se ha acostumbrado a andar mirando al suelo para no tropezar con los primeros pasos de los pequeños Godstime, David y Francis.

Blessing Ossas, 24 años, procede del norte de Nigeria. Su huída comenzó en agosto de 2003. «Mi marido tuvo un problema con su familia. Eran musulmanes y nosotros, cristianos. Al morir su padre le obligan a casarse de nuevo para mantener a la familia, pero él no quería». Junto a su esposo, Kevin, deja su pueblo y emprende un viaje de un año por media África.

Se refugian en las montañas marroquíes. Como el resto, cruza a Ceuta a nado, de forma irregular. Ya estaba embarazada de cuatro meses. «Eres valiente», exclama uno de los presentes. «¿Valiente?, soy fuerte», corrige ella. Su hijo, Francis, nació en Ceuta, donde ambos permanecieron casi un año. Era peluquera en su país, y ahora sólo aspira a reunirse con su pareja, que permanece en Marruecos, y a trabajar. En lo que sea.

Dar a luz en la calle

Una de las experiencias más duras fue la de Agustine Ambrose, de 23 años. Abandonó el país en 2001 y cruzó a pie y en camión Níger, Argelia y Marruecos hasta la frontera con Ceuta, en compañía de su marido, Robert. Por el camino mendigaban para poder comer y ella se quedó embarazada. Vivían en el bosque, junto a la verja. Ya en Ceuta un hombre la encuentra en la carretera, a punto de dar a luz. La policía la lleva al hospital, donde nace David, que ya tiene ocho meses.

Con la ayuda de CEAR, las jóvenes aprenden el idioma y la cultura local y buscan trabajo, como asistentas de hogar, en la limpieza y en la hostelería. «Hasta las situaciones más difíciles se solventan», asegura Esther Moreno. Ya han conseguido el permiso de residencia y de trabajo por circunstancias excepcionales, y están listas para iniciar su formación laboral.

Betty Victor, 22 años, es la inquilina más joven. El partido al que pertenecía su marido le encargó captar adeptos a la causa entre sus vecinos y él aceptó. «Ganaron las elecciones, pero sus contrincantes lo buscaron para asesinarlo». Ambos huyeron para salvar la vida. La pareja malvivió durante dos años en el reino alauí y Betty se quedó encinta. Cruzó la frontera a nado el 23 de marzo y poco después dio a luz en un parto complicado. su hijo Johan tiene ya siete meses y no para quieto ni un momento. Tiene experiencia en tareas de mantenimiento y le gustaría trabajar en un hotel.

Julie Osayende, 28 años, inició el viaje hacia Europa en 2003. «Mi padre era muy pobre y no podía mantener a toda la familia». Permaneció dos años en Rabat, mendigando, y a la espera, como tantos otros compatriotas, de una oportunidad para saltar. Cuando cruzó la frontera, por mar, estaba embarazada de seis meses. Poco después nació su hijo, Godstime, de seis meses y medio. Julie confiesa que echa mucho de menos a su marido y sólo aspira a encontrar un trabajo para poder criar a su hijo en Málaga. «No sé dónde más podría ir».

Tienen por delante un duro trabajo antes de volar solas, aunque, reconoce Esther, su prioridad absoluta sigue siendo criar a sus hijos. «Es un gran reto, porque todas tienen muchas ganas de trabajar y de salir adelante». Sonríe al futuro, con la misma ilusión que sus jóvenes pupilas.

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