EE UU echa el cerrojo al sueño americano
La inmigración centra el debate entre republicanos y demócratas para las
La Razón, 04-11-2006EL PASO (TEXAS) – Robert Muñoz siempre ha cruzado por el Puente Santa Fe,
uno de los puestos fronterizos de El Paso, ya en EE UU. Su padre es
mexicano y su madre es estadounidense. Llegó al mundo sólo unos quinientos
metros más al norte que Enrique B., que lo hizo en Juárez. Es una
diferencia que cuando se cuenta en dólares significa que el salario mínimo
de Robert, como estadounidense, es de unos cinco dólares la hora, y el de
Enrique, antes de establecerse en EE UU, era de 30 centavos de dólar. Una
miseria.
Paul Smith, votante del Partido Republicano, sigue muy de
cerca las noticias de la frontera. «Quiero que construyan un muro cuanto
más alto, mejor. No quiero que entre nadie. Voy a votar a los
republicanos». Los votantes demócratas no lo ven de manera diferente,
aunque utilizan otras palabras. Alex Trujillo explica que «yo soy
demócrata. Y creo que los inmigrantes en situación ilegal hacen daño a los
estadounidenses porque nos quitan el trabajo y lo hacen por mucho menos
dinero», responde cuando se le pregunta por la construcción del muro.
En El Paso se puede comer carne en salsa con unas pocas zanahorias y un
sandwich de pavo con bacon con dos vasos de agua por 22 dólares (propina
incluida) en el restaurante Village Inn Pancake House, que está abierto
las 24 horas. En Juárez, en La Nueva Central, dos platos de carne con
verduras, dos vasos de agua, dos cafés y dos tartas de piña cuestan 14
dólares. En el menú de los restaurantes de El Paso es prácticamente
imposible encontrar un plato que no tenga queso fundido. Los camareros
presumen de que todo es posible en sus establecimientos, aunque contestan
con una sonrisa cuando se les pide un poco de aceite de oliva. En su
lugar, ofrecen mantequilla. Desde este café de Juárez, Leonila Monárrez
explica mientras come con su marido Manuel que «aquí en Ciudad Juárez
somos algo más de un millón y luego hay 600.000 ciudadanos flotantes».
Son los que esperan a la noche para cruzar por Río Grande. Los datos del
Pew Hispanic Center revelan que de los 12 millones de inmigrantes
indocumentados que hay en Estados Unidos, alrededor de seis entraron tras
evadir a la Guardia Fronteriza y a los inspectores de inmigración; unos
5,5 millones llegaron de forma legal con visado, pero decidieron quedarse
cuando se tenían que haber marchado, mientras que a cerca de medio millón
se le permitió entrar al país con estatus de turista o visitante por
negocios, y también tomaron la alternativa de permanecer en EE UU cuando
perdieron ese estatus para jamás regresar a casa. En los últimos años, la
inmigración clandestina ha crecido en EE UU a un ritmo de 850.000
indocumentados por año.
En El Paso, los cócteles margaritas se
pagan a 8 dólares. En el bar Kentucky de Juárez, donde trabajó hasta antes
de morir el creador de estas bebidas, se sirven a 2,5 dólares. En Juárez
también se aceptan dólares, aunque la moneda oficial sea el peso mexicano.
En El Paso se habla inglés, y en Juárez, español.
Arturo, que trabaja como camarero en el bar Kentucky de Juárez a pocos
metros de Estados Unidos, explica que «allí (por El Paso), nadie te habla
en español. Y los mexicanos, tampoco. Te dicen todo en inglés para que no
puedas entenderlos. Y aquí cuando vienen los gringos (por los
estadounidenses), yo les hablo en español y me entiendo como puedo con
ellos porque yo no sé inglés». Arturo, al que sus compañeros llaman
perequín, trabaja en este bar muy cerca de EE UU, pero no quiere oír
hablar de cruzar a este país para quedarse.
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