Los últimos de la valla
ABC, 03-11-2006POR CARMEN ECHARRI
CEUTA. Desde hace un par de días no se sabe nada de ellos. Se sospecha que podrían estar ocultos en los bosques de la ciudad o en las escolleras del puerto, intentando escapar de la Policía, que en la mañana de ayer detenía a dos de sus compañeros en el CETI. Son los últimos de la valla, los últimos inmigrantes subsaharianos procedentes de Guinea Bissau que quedaban en Ceuta tras el dramático asalto del 29 de septiembre de 2005 y sobre los que ahora se están aplicando las órdenes de expulsión tras haber sido identificados y documentados por las autoridades de su país.
El convenio de repatriación firmado con el país africano ha supuesto su perdición y ha provocado que los 12 últimos inmigrantes que se encontraban desde hace más de un año en el CETI hayan huido del campamento y se encuentren ocultos en la ciudad, atemorizados, porque saben que si son interceptados por la Policía se les repatriará a su país.
Sus penurias, su lamento y su temor ha quedado plasmado en una carta, manuscrita, que han remitido a través de la asociación Elin y la comunidad de religiosas Carmelitas de Vedruna a la Delegación del Gobierno y a la que ha tenido acceso ABC. Es la única alternativa que les queda para obtener la piedad de la Administración, después de que en su día, heridos, exhaustos y huyendo de las balas disparadas por agentes marroquíes saltaron la valla y accedieron clandestinamente a la ciudad.
Durante este año que llevan en Ceuta han aprendido el español y se han integrado en la sociedad. De hecho, algunos realizan trabajos para particulares y son acogidos momentáneamente por familias que les conocen desde su trágica entrada. Ahora esperaban una documentación, una estancia regular en España, pero nunca imaginaban que les iban a obligar a volver a un país que abandonaron hace ocho años.
«Tienen mucho miedo, no sé ni dónde estarán ahora. Ya hace unas semanas que estaban temerosos porque sabían que en Melilla habían repatriado a sus compatriotas. Ayer, cuando detuvieron a dos de sus compañeros, supieron la verdad. No sé el tiempo que podrán permanecer ocultos, sin agua, sin comida…» narra una miembro de una ONG que ha tenido contacto con esta reducida población.
«Tenga piedad de nosotros»
Este grupo de subsaharianos llegó a Ceuta malherido y de hecho fue atendido de las heridas y cortes sufridos durante el asalto con las concertinas de la valla fronteriza. «Nuestras heridas cicatrizaron ya», indican en su carta, «a pesar de todo para nosotros el estar en Ceuta suponía la posibilidad de vivir en un lugar de paz y con futuro. Por ello nos hemos esforzado para aprovechar la oportunidad que teníamos de aprender y conocer la cultura española. A causa de nuestra pobreza no sabíamos leer ni escribir, durante este tiempo hemos aprendido. Tenemos amigos ceutíes, nuestra esperanza siempre ha sido poder trabajar. Por favor le pedimos que tenga piedad de nosotros», indican en su misiva. La carta manuscrita está desde ayer en el despacho del delegado del Gobierno, sin que hasta la fecha haya habido un pronunciamiento oficial sobre esta situación.
Y es que la ley parece no entender de episodios dramáticos, ni mucho menos de especiales atenciones para una población que en su día ocupó las principales planas de los periódicos y los intereses de diplomáticos europeos que atendían hacia el drama de la inmigración focalizado en la ciudad.
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