ALDIA

Vecinos de Tolosa se sienten «inseguros» por el comportamiento de los menores inmigrantes

Dicen que los jóvenes «vagan por las calles» y «amenazan a la gente». Consideran que el centro de acogida no consigue controlar a los chavales

Diario Vasco, 02-11-2006

ARANTXA ALDAZ/

SAN SEBASTIÁN. DV. Nadie quiere salir en la foto, ni tampoco dar su nombre, pero sí quieren mostrar su «indignación» ante la situación de «inseguridad» que se vive en Tolosa. Vecinos y comerciantes de la villa papelera, por lo menos los que han prestado su testimonio para este reportaje, están preocupados. Desde hace algunos meses, y de forma más pronunciada en las últimas semanas, los robos, las intimidaciones y el miedo se han apoderado de varias zonas del municipio.

La presencia y la forma de gestionar el centro de acogida de menores inmigrantes, situado en la entrada de la localidad más próxima a Anoeta, «han enturbiado la tranquilidad que siempre ha caracterizado» a Tolosa, asegura un hostelero. «Es el comentario del pueblo. Quien más quien menos está acojonado. El problema se ha salido de madre. Lo que antes eran peleas a puñetazos ahora son a navajazos. Nos estamos empezando a acostumbrar a ver de vez en cuando que la Ertzain-tza tiene que intervenir por algún asunto de estos. Y eso no es normal. Nuestro miedo es que pase algo grave y que la gente se coja la justicia por su mano».

La voz de alarma la dio el martes el alcalde de la villa, Jokin Bildarratz, quien quiso llamar la atención sobre «el grave conflicto» que generan estos menores y pidió «más medios económicos y humanos» para atajar el problema. También se manifestó en este periódico la asociación de comerciantes Igarondo. «Hartos, amenazados, asustados y preocupados» son algunos de los calificativos que utilizó la entidad para describir la situación por la que, a su juicio, está pasando el pueblo.

«No es racismo»

Los comerciantes ayer consultados comparten la misma opinión y repiten argumentos similares. «No es un tema de racismo apunta de nuevo el hostelero. Yo tengo amigos negros que trabajan en el top manta y conocidos colombianos que están en la obra. El problema es que están empezando a ocurrir cosas que no son normales». ¿Por ejemplo? «Tengo un amigo que tiene una tienda de pinturas. Está harto de que le entren en la tienda los chavales extranjeros para comprar disolvente. Es para esnifarlo. Llama a la Policía, pero nadie tiene derecho a impedirles comprar». En el bar donde trabaja ya han tenido más de un susto. «Desde hace unas semanas no contamos la caja solos. Uno se queda fuera vigilando por si viene alguien. Suelen merodear por los alrededores. No sé si son menores, pero sí se les nota que son muy jóvenes». Otro camarero del bar asiente con la cabeza. «Claro que hay una sensación de inseguridad y de que se les permite todo sólo por ser menores. Eso molesta mucho en el pueblo. Cuando llegas de fuera hay que intentar amoldarse, trabajando o estudiando. Pero haciendo algo».

«¿Pero es para tanto?», pregunta un cliente. «No estamos exagerando», le responde el mismo camarero. «Antes ibas tan tranquilo por la calle. Ahora, cuando ves que aparece un grupo de estos chavales, miras con recelo y te encoges instintivamente. Hay que andar al loro».

Al salir del bar recogemos el testimonio de un peatón. Da la casualidad de que ha estado un tiempo trabajando en un hotel de Tolosa donde se ha alojado provisionalmente a varios de los menores. «Lo dejé porque no aguantaba más. Por ejemplo, se levantaban a las once o doce de la mañana y si veían que no había curasanes en el buffet montaban la bronca y destrozaban todo. No es broma».

«Un polvorín»

Javier su nombre es ficticio ya no deja que sus empleados vayan andando al trabajo por miedo de que estos sean agredidos. El taller está cerca del centro de acogida de menores. «Cada dos por tres ves una patrulla de la Ertzaintza en la puerta. A veces, hasta tres coches. ¿Eso será porque algo está pasando, no?». Es un tema muy delicado, reconoce este comerciante. «La gente no se ha enterado hasta hace pocas semanas, cuando hubo una pelea gorda cerca del apeadero que terminó con varios heridos. Los problemas surgen no porque los chavales sean de fuera, sino porque montan bronca. El centro es un polvorín que puede estallar», asegura.

Según los vecinos, el apeadero es uno de los lugares donde se reúnen los menores. Los trabajadores de la zona no se sorprenden al preguntarles por el tema. «Mi compañero fue testigo el otro día de una pelea. Nosotros no pasamos miedo y de momento no nos ha pasado nada pero los viajeros sí se sienten intimidados».

Jose Mari, otro vecino que también quiere preservar su anonimato, suaviza los términos. «Yo creo que es un problema muy focalizado en la zona cercana a donde está el centro. Yo, que vivo más lejos, no me siento amenazado. Tampoco creo que haya que crear alarma. El tema es muy delicado. No hay que generalizar. Yo creo que el verdadero problema son los escasos medios con los que se cuenta para su acogida».

«Es que a esos chavales, que ya vienen mareados, no los puede controlar nadie», apunta Pedro, otro tolosarra. «La gente del pueblo está muy quemada con el tema. Ven que los menores tienen derecho a una asignación mensual, a una casa y hasta a ropa de marca. Yo conozco a una familia con dos hijos a los que se les ha dado tres días para dejar su casa porque no tenían dinero para pagar. ¿Cómo se entiende eso?»

A Pedro no le sorprende el revuelo que se ha montado con las declaraciones del alcalde. «Ya era hora de que alguien dijera las cosas claras. Los chavales, aunque sean menores, se las saben todas y han visto que en Tolosa hay una falta de seguridad. Por eso han aprovechado. En grupo se suben mucho y no se cortan ante nadie».

En otro comercio del casco viejo también han leído las declaraciones de Bildarratz. «No me parecen palabras exageradas. Nosotras, de momento, no hemos tenido ningún problema. Sabemos que se han producido robos bien cerca, en un par de comercios de la calle de atrás. Y claro que te entra miedo. El caso es que tampoco se les puede echar la culpa a unos y generalizar. Pero cuando trabajamos fuera del horario comercial ahora siempre cerramos la persiana. Por si acaso».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)