La moratoria

Diario Sur, 02-11-2006

MANUEL ALCÁNTARA

AUNQUE eso de moratoria pueda sonar a avalancha marroquí, corresponde a invasiones laborales rumanas. A partir del 1 de enero del año que viene, que es la fecha donde más nos damos cuenta de que el mundo sigue igual, nuestros obligados huéspedes procedentes de Rumanía y Bulgaria no podrán ser contratados hasta dos años después de entrar en la Unión Europea. Vamos a exigirles la más ardua de las virtudes, en el supuesto de que no sea la única, o al menos la que no forme parte como ingrediente de todas las demás: la paciencia. «Dios está con los pacientes», puede leerse en el Corán, libro que, como la Biblia, sigue siendo un ‘best – seller’, aunque no lo lea casi nadie. La paciencia es una virtud suprema, ya que sabemos que hay cosas que no tienen remedio y hay que procurar convivir con ellas sin llevarse del todo mal, pero exigirles esa deplorable virtud, que al parecer consiste en sufrir sin perturbación del ánimo los infortunios, es demasiado pedir. Sobre todo si se les pide a quienes no comen habitualmente.

Quienes hayan venido al mundo en Rumanía o en Bulgaria no podrán ser contratados entre nosotros hasta dos años después de entrar en la UE. Si piden trabajo en una empresa española les van a decir eso de «vuelva usted dentro de dos años» a lo que se verán obligados a contestar:

– ¿Por la mañana o por la tarde?

Las largas esperas son las que más contribuyen a la desesperanza, hasta el punto de que un poeta dijo que «lo que tanto se ha esperado no debiera llegar nunca», pero sobre todo, ¿cómo se pueden aplazar las digestiones? Estamos hablando, no sin cierta deplorable frivolidad, de una medida que bloquea la regularización en España de medio millón de ‘sin papeles’. Es pavoroso saber en qué manos está la decisión.

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