Tras el velo
ABC, 29-10-2006Ignacio
Álvarez Osorio
Profesor de Estudios
Árabes. Universidad
de Alicante
El debate sobre el velo no es novedoso. Sin embargo, ha recobrado fuerza en los últimos años como consecuencia de una serie de transformaciones de gran calado, entre éstas la masiva llegada de inmigrantes que ha cambiado la fisonomía de nuestras ciudades, el cuestionamiento de los modelos multiculturalistas y asimilacionistas aplicados en algunos países de nuestro entorno y la radicalización entre ciertos sectores de inmigrantes.
En los tiempos que corren, el empleo del velo en Europa produce desconfianza en un sector significativo de la población, que lo relaciona con el avance del fundamentalismo y el islamismo entre los inmigrantes musulmanes. Los atentados terroristas – el 11 – S neoyorkino, el 11 – M madrileño y el 7 – J londinense – no han contribuido a mejorar la situación. Al contrario, han intensificado el sentimiento de amenaza, aunque también pesan, y mucho, los antiguos prejuicios y estereotipos asociados al «moro», considerado tradicionalmente un antagonista de Occidente y de los valores que representa.
Se pasa por alto, de manera intencionada o no, que en el mundo islámico, el hiyab se asocia con la discreción, el honor o, incluso, la protección de las mujeres, y que el fenómeno del retorno al velo es relativamente reciente, cuando en los años setenta se retomó, entre otras cosas, como blindaje identitario. Es lo que ocurrió, por ejemplo, en el Irán del Sha, empeñado en un laicización forzosa de la población o, más recientemente en Europa, en un movimiento de reafirmación en un contexto considerado hostil. Esta lectura choca frontalmente con la occidental, que lo contempla como un instrumento opresor con el que se pretende relegar a la mujer a un segundo plano y mantenerla en inferioridad y subordinación con respecto al hombre.
La confusión terminológica (hiyab, niqab, burka o chador suelen emplearse como si fueran sinónimos) pone de manifiesto que muchos consideran al mundo árabo – islámico como un todo homogéneo donde las diferencias, si las hay, son inapreciables. Confundir el haik magrebí con el niqab saudí o el burka afgano es mezclar las churras con las merinas y no comprender que, en cada sociedad, el velo responde a una realidad diametralmente diferente.
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