«Quizás el siglo XXI sea europeo»

ABC, 29-10-2006

JULIO CRESPO MACLENNAN

MADRID. Tony Judt, historiador de la Universidad de Nueva York, decidió en 1989 escribir «Postguerra», la historia de Europa desde 1945, porque, según él, los acontecimientos de ese año constituyeron un cataclismo que hizo necesario reinterpretar la historia reciente desde una óptica muy distinta.

En 1945 el continente europeo se hallaba tan destruido que se podía dar su civilización por concluida. Por esta razón, resulta una gran paradoja que las principales naciones europeas hayan logrado, no sólo reconstruir sus economías, sino el retorno de Europa como un actor global de peso. Este milagro europeo, como ha sido descrito, se debe en buena medida al proceso de integración europea. Sin embargo, el profesor Judt considera que se ha mitificado la construcción europea hasta el punto de ofrecer una versión distorsionada sobre su evolución; según él, los llamados padres fundadores como Jean Monnet o Robert Schuman no aspiraban al sueño de una Europa unificada bajo entes supranacionales, sino más bien pensaron en una organización que, como mucho, contaría con unos diez miembros; no concebían que unas décadas después habría que ampliarla a Europa del Este, entonces bajo dominio soviético, ni siquiera a la península ibérica, donde ni los más optimistas se hubieran atrevido a pronosticar una transición a la democracia en los años setenta.

Como bien explica este historiador, en Europa a comienzos de siglo, y especialmente en las grandes ciudades, había multiculturalismo. Sin embargo, gracias principalmente a Hitler y Stalin, entre 1945 y 1989 surgió un continente en el que se eliminaron las minorías étnicas y el mapa se distribuyó según grupos nacionales. Este continente de pueblos homogéneos cambió radicalmente con la caída del bloque soviético y especialmente con el fenómeno de la emigración.

El principal factor exterior que permitió el milagro europeo fue Estados Unidos, que, según Judt, más que contribuir económicamente a la reconstrucción de Europa, asumió las responsabilidades de defensa, hasta tal punto que la concepción de la guerra fría fue muy distinta: mientras que en Estados Unidos en la década de los cincuenta y sesenta se vivía bajo la psicosis de una posible guerra nuclear, para Europa Occidental esos años constituyeron una época dorada de crecimiento económico y explosión demográfica.

Fue crucial superar los traumas del pasado, lo cual explica el olvido deliberado de los horrores de la guerra que marcó a la generación de la postguerra. Pero la posterior quiso volver a indagar en el pasado; treinta años después del fin del gobierno de Vichy, los jóvenes franceses decidieron reabrir el pasado y poner en aprietos a muchos, incluido Mitterrand.

También tres décadas después de la muerte de Franco, en España se ha abierto el debate sobre la guerra civil con la controvertida «memoria histórica», aunque Judt advierte que la memoria y la historia son términos contradictorios y que la memoria ,que es subjetiva, no es una buena fórmula para indagar en el pasado.

Según el profesor Judt, el siglo XX – el siglo americano – fue el siglo en el que Europa cayó en el abismo, pero en las últimas décadas que analiza en su libro, los europeos han sabido superar los errores del pasado y ofrecer un modelo de sociedad que tiene un atractivo universal, algo que ni la gran superpotencia americana, ni una gran potencia emergente como China han sido capaces de hacer. Por ello, Judt se atreve a concluir que, después de todo, quizá el siglo XXI sea europeo.

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