«Si Europa quiere existir en las dos próximas generaciones, necesita a los inmigrantes»

Sami Näir Humanista y experto en flujos migratorios

Deia, 27-10-2006

Nekane Lauzirika Bilbao

EL PROFESOR Sami Näir aboga por organizar la circulación de los flujos migratorios para gestionar mejor la demanda. En su opinión, no sería conveniente abrir totalmente las fronteras, «porque provocaría una desestabilización profunda de los sistemas sociales de los países de acogida». Samir Näir plantea la política migratoria en torno a tres ejes: estrategia de movilidad organizada de los flujos a través de una política de visados más flexible y transparente; desarrollo de una ambiciosa política de codesarrollo para limitar los desplazamientos de población, y, por último, una verdadera estrategia de integración, que conlleva el acceso a la ciudadanía.

Hace 40 años los españoles emigraban a Alemania. Ahora un día sí y otro también son los senegaleses, marroquíes… quienes vienen aquí. La inmigración no es nueva.

Siempre han existido flujos migratorios y van a existir. Los españoles vivieron sus experiencias pero no hay memoria colectiva. Muchos de los españoles se volvieron ciudadanos de otros países, pero ese es el destino de toda inmigración; la realidad de la humanidad. Es un problema nuevo para España porque se ha vuelto país de inmigración y la recibe de todas partes. Primero, de África subsahariana porque tiene una frontera con el continente más pobre del planeta, África; y también de América Latina por razones lingüísticas y de tradición.

Si siempre ha existido la inmigración ¿qué tiene en la actualidad para crear tanto desasosiego?

Primero un problema cultural; la gente no sabe lo que es la inmigración y no quiere saber. Segundo, la responsabilidad de los poderes públicos que no han hecho el trabajo en los últimos quince años para decir la verdad a la gente y para explicar la situación real del mundo. Y un crecimiento absolutamente increíble y nuevo de las desigualdades entre los países ricos y pobres. Un español es casi diecisiete veces más rico que un marroquí .Y tercero, que los flujos van a desarrollarse y es imposible pararlos de manera demagógica únicamente con muros. La responsabilidad de los políticos es clave. Y los que han utilizado este tema humano para conseguir recursos políticos o votos tienen una responsabilidad cultural muy grave porque están poniendo el veneno entre poblaciones humanas. También hay una demanda migratoria importante que viene de los países pobres y tenemos que contestarles de manera seria. No podemos considerar que nosotros tenemos situaciones económicas positivas, buenas y cuando necesitamos estos inmigrantes abrimos las fronteras y cuando no las cerramos. Tenemos que poner en marcha políticas que posibiliten que esas personas tengan suerte.

¿Realmente los procesos migratorios en los países ricos son para preocuparnos?

Sí. Para preocuparnos en el sentido de que existen y se van a desarrollar y tenemos que dar una respuesta. Esto es absolutamente obvio. Los procesos migratorios se desarrollarán por razones demográficas, económicas y también por políticas. Aunque no hay que preocuparse de manera patológica. He leído esta mañana (por ayer) un sondeo en el que la primera causa de preocupación de la ciudadanía era la inmigración. Sin embargo, si hubiera habido recientemente un atentado ojalá que no se produzca en el sondeo saldría el terrorismo como la primera preocupación de la ciudadanía española. Los medios no sólo fabricaron una información sino una mirada. Una mirada del inmigrante en su cayuco, en pateras, que llega a España.

¿Se puede controlar la inmigración?

Sí. Pero se necesitaría utilizar todas las variables de control. No sólo la de nuestros intereses, sino también la de los países de salida o de los de tránsito. Por ello, necesitamos realizar con ellos acuerdos, convenios. Hacer de la inmigración hoy en día una forma de la cooperación con los países pobres. Eso significa cambiar totalmente nuestra política migratoria. Variar nuestra política de otorgar visados, de ayudar a las élites de estos países.

La inmigración casi siempre ha tenido dos razones: la ideológica-religiosa y la económica. ¿Cuál predomina ahora?

Las causas económicas. No se hace lo suficiente para atajar las causas porque estamos en una sociedad en la que el proceso de globalización implica el movimiento de las poblaciones y eso se va a desarrollar aún más.

En su opinión ¿cuál sería la forma más real de cortar las raíces económicas? ¿Invirtiendo en los países pobres?

Sí. El presupuesto es una de las posibilidades, pero las inversiones no pueden crear inmediatamente empleos, necesitan un tiempo. Hay que diseñar una estrategia a tres niveles. Primero, el control de las fronteras y lo que veo con el programa Frontex de la UE es necesario pero poco serio y dotado con escasos medios económicos; segundo hay que aumentar los visados porque es una demanda y no podemos decir no a todo el mundo. Hay que acoger más inmigrantes en todos los países de Europa y por eso necesitamos una política europea que pueda distribuir de manera racional en función de las necesidades sin racionalizar tremendamente esa concepción racional. Y, tercero, invertir en los países de origen. Sabemos los sectores donde invertir: agricultura, pequeñas y medianas empresas, formación de los jóvenes y crear vínculos permanentes para que los inmigrantes puedan venir, trabajar legalmente y volver a su país. Crear condiciones para que el retorno a sus países sean positivos para ellos. Eso ocurre entre Alemania y los países del Este.

Gandhi decía que posiblemente en el mundo haya recursos para todos, pero no para cubrir nuestras ambiciones. ¿EE.UU. y Occidente podrán seguir avanzando y no querer admitir inmigrantes?

EE.UU. recibe muchos inmigrantes y se enfrenta a una demanda muy fuerte y no sabe cómo hacer, porque el fracaso del desarrollo económico de América Latina estos últimos 20 años a través del auge de políticas liberales supuestamente democráticas ha hecho que millones de personas se encuentren sin trabajo. Esa población ha seguido el camino de las riquezas y va a EE.UU. Es la característica de los humanos. Ellos intentan controlar y lo hacen a la manera norteamericana: con brutalidad y mucha ignorancia. Es un peligro para los derechos humanos. Al mismo tiempo, en EE.UU. hay más de doce millones de inmigrantes ilegales y tienen que solucionar el problema. No es fácil.

¿El muro físico de Texas o las patrulleras van a detener algo la inmigración?

Estamos en una época de construcción de muros en todas partes. Eso me parece que corresponde a la época de las identidades. Se hacen muros en todas partes. No sólo en EE.UU., también en Jerusalén, Arabia Saudí… cada país que tiene algo que defender construye un muro. Sin embargo, hay que decir que no van a detener absolutamente nada. Estos muros se van a convertir en quesos franceses.

¿La inmigración es negativa o es necesaria?

La inmigración es necesaria y una suerte y puede transformarse en negativa por la responsabilidad de los dirigentes políticos y económicos de los países de acogida y también por parte de los propios inmigrantes que no quieren adaptarse a los países de acogida. No se puede dar una respuesta abstracta a estos prejuicios abstractos. Esa gente es necesaria para mantener la económica. Si Europa quiere existir dos generaciones o cincuenta años los necesita. Es una suerte para nosotros y para ellos porque cambian su modo de vida.

Hace un año de los disturbios de Francia, que parece que se reproducen. ¿La emigración como foco de conflicto entre los jóvenes es real?

Eran hijos de inmigrantes, pero no la mayoría; su denominador común es que pertenecían a un sector marginal de la juventud francesa, sin medios para poder desarrollarse. Ellos, como ha ocurrido posteriormente, pedían el reconocimiento de los mismos derechos de los ciudadanos franceses. Tres meses más tarde tuvieron lugar movimientos, más fuertes aún, de reivindicación también de los jóvenes en contra del contrato del primer empleo. Los dos fueron los mismos movimientos que rechazaban unas políticas económicas que están destrozando el vínculo social en las sociedades democráticas. Las demandas pueden resurgir porque no han sido respondidas.

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