EL RETO DE LA INMIGRACIÓN

Choque de culturas en el hospital

El complejo encaje del inmigrante en la sanidad convierte al mediador en pieza clave

La Vanguardia, 27-10-2006

Africanas que rechazan cesáreas o una cultura que descarta el error médico por atribuir a Dios todo lo que pasa son ejemplos de una nueva convivencia en los hospitales

JAVIER RICOULLEIDA
“No quiero ninguna inyección”. Una parturienta marroquí advierte a los médicos del Arnau de Vilanova de Lleida que la van a asistir en el parto que prefiere el dolor a la anestesia epidural. Y lo manifiesta a gritos cuando ya ha roto aguas, a pesar de ser informada de que ese sufrimiento puede evitarse. La paciente – a la que acompaña su esposo- acaba confesando, ante la insistencia de los médicos de que hoy en día se puede parir sin dolor, los motivos de su decisión: “Me han dicho que esta inyección deja secuelas y causa lesiones en la espalda”. El caso de esta parturienta es sólo un ejemplo de la realidad que se vive a diario en la sanidad pública con el fenómeno de la inmigración. La mediación – inmigrantes formados en los mismos centros sanitarios para asesorar a compatriotas que precisan asistencia médica- se apunta como la fórmula ideal para resolver los conflictos generados por este choque entre culturas. El diálogo lo cura todo.

ROMPER BARRERAS. Rachida Amrousch, de Marruecos; Aminata Mbaye, de Senegal, y Larisa Abramenho, de Ucrania, comparten en el Arnau de Vilanova algo más que un despacho. Las tres son mediadoras y batallan a diario para romper las barreras que se levantan entre el inmigrante y el mundo sanitario. Una tarea complicada, ya que en casos como el de la parturienta que rechaza la anestesia epidural esta postura se ve reforzada por comentarios que corren entre el colectivo magrebí y esa versión prima por encima de la información que se da a la mujer en el hospital.

A SOLAS CON EL MÉDICO. Rachida y Aminata explican que tanto en el Magreb como en la África subsahariana las parturientas son atendidas por comadronas. Cuando descubren que aquí esa misma tarea la puede realizar un hombre suele generarse un rechazo. La intervención de estas mediadoras resulta clave para romper esa reticencia. “Es normal que el marido quiera entrar en la consulta para saber qué le van a hacer a su esposa, ya que para él este mundo es desconocido”, explica Rachida. “Pero cuando entienden que el sistema funciona así, ya no hay más problemas”, añade la misma mediadora. Los inmigrantes musulmanes más jóvenes son los que se muestran más predispuestos a acompañar a sus mujeres al médico, a pesar de que en los hospitales públicos de África no se les permite, por ejemplo, asistir al parto de su mujer, por lo que en sus países de origen rara vez están con ellas en la consulta.

DIOS DECIDE.

Todo está en manos de Dios. La vida y la muerte, en culturas donde la religión juega un papel tan importante, no depende tanto del médico como del culto a la divinidad. Muchas parejas musulmanas no quieren saber el sexo de sus hijos y algunas mujeres rechazan someterse a pruebas, como la de la amniocentesis, para detectar posibles malformaciones en el feto. Vendrá lo que tenga que venir y la decisión se respeta. Cuando muere un inmigrante en el hospital, la preocupación de los familiares va mucho más allá de si los médicos habrían podido hacer más o menos para salvar esa vida. De hecho, estas tres mediadoras no conocen ningún caso de denuncia de un inmigrante por negligencia médica. Se asume el desenlace y el problema – difícil de solucionar por el elevado coste económico- es el de la repatriación de ese cadáver para que pueda descansar cerca de los suyos.

PASAR POR EL QUIRÓFANO. Una operación tan habitual como una cesárea puede convertirse en un serio problema cuando la paciente es inmigrante. En estos casos, el papel de estas mediadoras vuelve a resultar clave. Todo tiene explicación. “Una mujer que ha tenido dos hijos en África sin ningún problema no entiende que cuando pare el tercero aquí tengan que hacerle una cesárea”, explica Aminata. Hay que explicarle que ese bebé pesa más que los otros dos por el cambio en los hábitos de vida de la madre. Pero lo más difícil es convencer a esa mujer de que el hecho de pasar por el quirófano no la va a convertir en una discapacitada, tal como se tiene asumido en su país de origen.

LA SANIDAD, GRATUITA.

Otra de las batallas de estas mediadoras es convencer a los inmigrantes regularizados de que tienen derecho a una sanidad gratuita y de la necesidad de cumplir con las visitas periódicas. Ocurre con los ciudadanos del Este, procedentes de países donde abunda el soborno y no hay nada gratis. Se dan casos de pacientes que piden cómo pueden recompensar al facultativo. A veces llegan al hospital con sábanas y comida convencidos de que eso no va incluido en la atención médica.

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